Un año de política exterior de Peña: un balance tentativo

La política exterior ha adquirido una dinámica inusitada durante el gobierno de Santiago Peña. Una activa diplomacia presidencial, acompañada de múltiples viajes al exterior, son pruebas de ello. Los objetivos de su política, sin embargo, no son realmente novedosas, pues han estado en la agenda de política exterior del país durante la pasada administración de Mario Abdo Benítez, como en la anterior de Horacio Cartes. De hecho, sin mencionar el Plan Nacional de Desarrollo 2030 (PND 2030), el presidente se ha hecho cargo del eje estratégico que propone la proyección del Paraguay en el mundo.

La tarea de proyectar al Paraguay en el mundo no es fácil. Estamos hablando de un país periférico cuyo PIB representa tan solo el 2% del PIB total del MERCOSUR. A pesar de ello, hay que concederle al presidente que su acción ha ayudado a abrir puertas. Han habido visitas de personalidades, como el canciller de Gran Bretaña y el primer ministro japonés, e incluso la misión conjunta de la directora general del FMI y el presidente del BID, que probablemente no se hubieran dado sin una acción presidencial tan decidida.

1. Apertura de mercados e inversión extranjera directa

Los propósitos de este renovado empuje presidencial han sido fundamentalmente la apertura de mercados, la promoción de la inversión extranjera directa y la habilitación de créditos para el país, junto con posibles incrementos en las donaciones y cooperaciones, al igual que en el caso de las dos previas administraciones. El argumento siempre ha sido que estos factores podrían habilitar un gran salto en el crecimiento económico, permitiendo al país superar los rezagos estructurales que aún lo diferencian de sus más cercanos vecinos, así como cumplir con el compromiso de campaña de crear 500.000 puestos de trabajo de calidad. Para tales efectos, el gobierno de Peña ha puesto todo su empeño comunicacional en atraer inversiones y generar oportunidades de negocios, argumentando la estabilidad macroeconómica, la responsabilidad fiscal, la baja presión tributaria, la disponibilidad de energía renovable y una población joven con ambiciones de prosperar.

Es por el hecho de que existe una continuidad en la política exterior que el presidente ha podido mostrar resultados. La obtención del grado de inversión, por ejemplo, fue celebrada con justa razón, pero también se reconoció que es el fruto de tres lustros de una economía política consistente. Grandes inversiones en el sector privado, como el desarrollo de la planta de celulosa PARACEL y la producción de fertilizantes, ya llevan un tiempo en proyección. La apertura de los mercados de EE. UU. y Canadá a la carne paraguaya se ha gestado anteriormente. No obstante, la actual administración ha hecho su parte, y eso es positivo. En el afán de buscar nuevos horizontes, también se han visto acercamientos con estados que antes no se vislumbraban como posibles aliados. Por ejemplo, las primeras exportaciones de heno a Dubái o la firma de un memorándum de entendimiento con los Emiratos Árabes Unidos.

Como parte de este denodado esfuerzo por abrir mercados y atraer inversión se ubica también la decidida defensa de la alianza con Taiwán. Este ha sido un posicionamiento muy claro, pero se viene insistiendo hace un tiempo en mejores condiciones para la venta de carne porcina, pollo, y carne vacuna, así como mayores contribuciones no reembolsables y asistencia técnica. Tales demandas se originaron con el gobierno de Horacio Cartes y continuado con Mario Abdo Benítez, siempre con el argumento de que, al ser el único país sudamericano en mantener relaciones con dicho país, hay un costo que debe ser compensado mediante mejores términos de intercambio.

2. El peso de la geopolítica:

La alianza con Taiwán ha sido, probablemente, uno de los rasgos más comentados en la prensa, la academia y los foros internacionales. Hasta el momento no ha generado un problema, pero hay riesgos involucrados en lo que podríamos llamar el “excepcionalísimo paraguayo”. ¿A qué nos referimos? Al hecho de que, si bien el Paraguay lleva décadas fomentando la relación con Taiwán, anteriormente referida como “China nacionalista”, el mismo se va quedando como una excepción muy notoria frente a la tendencia de los países de reconocer a Pekín como la única China. Una situación que lo deja fuera de sintonía con sus vecinos y socios del MERCOSUR y América Latina.

Paraguay es un país con características peculiares. En primer lugar, por ser un país en desarrollo sin litoral, dependiente del funcionamiento de la hidrovia Paraguay-Paraná para su salida al mar y el normal desarrollo del comercio internacional. La hidrovia es un espacio geopolítico compartido con Argentina, Bolivia, Brasil y Uruguay. Al mismo tiempo, Paraguay es el miembro del MERCOSUR que más depende del comercio intramercosur, donde también se encuentra con esos mismos socios. Si bien Paraguay representa menos del 2% del PIB del MERCOSUR, el comercio intramercosur representa el 60%[2] de su comercio exterior.

Al estar la suerte del país tan estrechamente vinculada a esta realidad geopolítica, la pregunta es: ¿cuán ‘sustentable’ es ser el único de los miembros del MERCOSUR y usuario de la Hidrovia que sigue reconociendo a Taiwán? Más aún si consideramos el reciente acuerdo de la asociacion de buscar un TLC con China.  El posicionamiento del Paraguay hasta el momento ha sido tomar distancia, argumentando que no está dispuesto a romper relaciones con Taiwán. Postura que llevó a una de las raras declaraciones en las que la cancillería China en Pekín hizo referencia a Paraguay, instándole a seguir la tendencia de la historia en el marco del MERCOSUR.

El excepcionalismo también riñe con la profundización de la integración con Brasil que ambiciona el actual gobierno. En efecto, Paraguay pretende aumentar la integración con su vecino, tanto por la vía de las cadenas de valor como con el desarrollo de infraestructuras. El corredor bioceánico o el acuerdo sobre el puente sobre el río Apa son claros ejemplos de esto último. En ese contexto, es difícil ignorar el hecho de que Brasil ha desarrollado una estrecha relación económica y comercial con China y piensa llevarla aún más lejos. De hecho, se espera una visita de Estado oficial de Xi Jinping a Brasil en octubre, coincidiendo con la reunión del G20. Además, existe aparentemente la disposición del Gobierno de Lula de dar luz verde a la nueva ruta de la seda promovida por China, y que iría acompañada del financiamiento de infraestructuras en la región.

Estos son los motivos por los cuales se pone en duda la sostenibilidad del excepcionalismo paraguayo. No es que la situación vaya a tener consecuencias inmediatas, pero sí parece inevitable una reflexión sobre la política exterior a largo plazo. Dejar de hacerlo sería concederle demasiado espacio a un pensamiento que sobrevalora la autonomía que tiene el Paraguay para marcar su derrotero en los contextos geopolíticos descritos. Lamentablemente, esa sobrevaloración ha sido la tónica de la diplomacia presidencial. Se la presenta como una apuesta riesgosa, pero factible, cuando está por verse si no es más bien el reflejo de un voluntarismo excesivo, muy propio del liderazgo de Santiago Peña.

3. A la búsqueda de nuevos equilibrios:

Históricamente, Paraguay ha buscado balancear esa suerte de “encajonamiento geopolítico”, al que nos referimos más arriba, con relaciones tanto dentro de la misma región como fuera de la región que le permitiesen acrecentar sus márgenes de maniobra.

La política pendular de buscar alianzas puntuales a veces con Brasil, a veces con Argentina, se basaba en parte en esa lógica de contraponer intereses y sacar ventajas para Paraguay. Esa dinámica, ya clásica, hoy por hoy ha perdido relevancia debido a la debilidad de Argentina. Una debilidad ligada a la profunda crisis social y económica por la que pasa el país vecino, y por la imprevisibilidad del gobierno de Javier Milei.

Existió en los inicios la expectativa era que la salida del kirchnerismo favorecería las relaciones con Paraguay, por la mayor afinidad ideológica entre el gobierno de Paraguay y el libertario. Sin embargo, nada de eso ha realmente fructificado. La relación con el gobierno “progresista” de Lula es más profesional e institucional. Eso lo habrá constatado Santiago Peña al llegar a acuerdos, como el de la tarifa de la energía de la represa hidroeléctrica de Itaipú, pieza fundamental de la política exterior. Hasta ahora, nada similar ha sucedido con la otra hidroeléctrica binacional compartida con la Argentina, la represa de Yacyreta. Tampoco se han logrado los acuerdos esperados con Argentina respecto al peaje en la Hidrovia.

Otra faceta de la búsqueda de alianzas y contrapesos ha sido la relación con las democracias liberales occidentales, principalmente con los Estados Unidos. El enfoque “realista” en las relaciones internacionales nos remite a la máxima de que, para un país débil y periférico como Paraguay, inserto en una vecindad donde predomina un poder emergente como Brasil, es imperativo asociarse con poderes extrarregionales que sirvan de contrapeso. Dichas relaciones tendrían, en principio, un efecto disuasivo en caso de una política muy agresiva hacia Paraguay por parte de Brasil o, eventualmente, de Argentina.

El cumplimiento de esta máxima del realismo por parte del gobierno de Santiago Peña no ha podido ocultar las grietas internas. Este capítulo de la política exterior se ha visto, en efecto, desbordado por las contradicciones dentro del partido de gobierno. La relación con Estados Unidos ha estado fuertemente jalonada por una tensión entre la búsqueda de alineamiento con las prioridades de gran vecino del norte y la tensión generada por la designación del presidente del Partido Colorado, el expresidente Horacio Cartes, como “significativamente corrupto” por parte del Departamento de Estado de los EE. UU.

El gobierno de Santiago Peña viene haciendo las tareas en lo referente al combate al crimen organizado, el apoyo a Israel, la defensa de Taiwán, la búsqueda de mayor apertura de los mercados y la defensa de la democracia, solo para ver su credibilidad menoscabada por las corrientes más leales al presidente del partido que lo conminan a pedir el cambio de embajador o incitando a la persecución de algunos de los beneficiarios del apoyo de USAID en el país, sobre todo aquellos con proyectos que se relacionan directamente con anticorrupción, libertad de prensa y democratización.

Esas son corrientes que, además, hacen una muy incierta apuesta a una alternancia en las elecciones del país del norte, y el retorno de Donald Trump a la presidencia. Apuesta incierta porque, al igual que Milei, Trump es totalmente impredecible e ignora muchos de los elementos que hacen a las relaciones con América Latina y el Caribe. Sin saberlo, se puede terminar en una situación peor a la que ellos piensan se encuentran con la administración Biden.

Algo similar ocurre con la Unión Europea. Desde un principio, la gestión de Santiago Peña se ha visto confrontada con el dilema de relacionarse de manera productiva con la UE y, al mismo tiempo, lidiar con las corrientes anti-globalistas y anti-ideología de género que se han instalado en el partido de gobierno. Los programas de cooperación de la Unión Europea con el Ministerio de Educación han sido objeto de críticas por parte de esas corrientes, acusados de promover la ideología de género en libros de texto. Al mismo tiempo, ciertos sectores del Partido Colorado se han identificado con las redes globales de la extrema derecha. El presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Gustavo Leite, estuvo presente en la última reunión del Foro Madrid en Buenos Aires, en septiembre, auspiciada por el partido Vox de España, muy cercano a Javier Milei. El mismo senador, junto con el presidente de la Cámara de Diputados, Raúl Latorre, estuvieron en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) en Budapest, Hungría, en mayo de 2024, esgrimiendo los argumentos propios de esas corrientes en contra de Bruselas y la UE. Todo ello mientras, en paralelo, la cancillería paraguaya y la presidencia, mantuvieron vigentes el convenio de cooperación con la UE, redactando unos cambios en el texto de este.

La animosidad frente a la UE también ha afectado las negociaciones en torno el acuerdo MERCOSUR y UE, aunque este sigue en curso, a pesar de la disputa en torno al reglamento 1115 de UE respecto a la trazabilidad de la producción agroganadera. Afortunadamente, Lula está logrando que el reglamento se suspenda por un tiempo por parte de los países europeos y se está encontrando países de la UE que apoyan esta suspensión. En ese sentido la buena relación y asocio con Brasil ayuda al Paraguay.

4. Conclusiones y observaciones:

El dinamismo de Santiago Peña ha ayudado a poner a Paraguay en el mapa. En ese sentido, va ser interesante ver cómo evoluciona la propuesta del canciller Rubén Ramírez Lezcano como secretario general de la OEA, en reemplazo de Diego Almagro. En esas lides volverán a surgir algunas de las peculiaridades del posicionamiento de Paraguay en el escenario internacional. Aparte de lo de Taiwán, probablemente se tomarán en consideración los votos o abstenciones en los temas relacionados con Israel en la Asamblea General de la ONU. Recordemos que, en la última resolución referente a las consecuencias legales de las decisiones de la Corte Internacional de Justicia respecto a Israel, Paraguay y Argentina fueron los dos únicos países latinoamericanos y caribeños que votaron a favor de Israel. Ese tipo de acción, tan alejada del conjunto de países de América Latina y el Caribe no ayuda a cimentar la proyección del país.

La relación con EE.UU. también aparece como un tema de mejorar, dentro de los cánones de las relaciones entre Estados.  Sobre todo, entender que una victoria de Trump sería un factor más bien disruptivo en un contexto internacional ya de por sí muy turbulento. No es que se pueda predecir una mejor actitud de los EE. UU. hacia Paraguay. Lo que sí se puede anticipar un ambiente de mayor anarquía en las relaciones internacionales, y, por ende, mayor margen de maniobra para las corrientes más ligadas a la extrema derecha y su deseo de seguir en el camino de cercenar derechos y libertades.

Eventualmente, lo de Taiwán y China volverá a surgir y sería, sin duda aconsejable tener un plan de salida del compromiso con Taiwán, como reflexión sobre la política exterior a largo plazo. En ese sentido, observar el desarrollo de las iniciativas para llegar a un acuerdo de libre comercio entre China y el MERCOSUR, y, quizás más importante, hacerle un seguimiento muy cercano a la relación China – Brasil, luego de la visita oficial de Xi Jinping al país vecino. .

Finalmente, cuidar que la agenda de política exterior no esté marcada por los excesos propios de la extrema derecha. Una ideologización tan burda de las relaciones internacionales sólo conducirá al país a mayor aislamiento. El Partido Colorado tiene sí su base anti-ideología de género y anti globalista, pero también tiene la posibilidad de encontrar su sitio en el marco de un conservadurismo más democrático y racional, sobre todo en política exterior. Afortunadamente, el presidente Santiago Peña no siguió el derrotero de Javier Milei que rehusó suscribir el Pacto del Futuro en la Asamblea General de la ONU. Esa es una línea que hay conservar, manteniéndose dentro de la conversación global.

Publicado en Economia y Sociedad Num 83, CADEP

[1] Politólogo. Asesor académico del programa FLACSO – Paraguay. Columnista de Ultima Hora y Latinoamerica21. Ex director regional para América Latina y el Caribe del UNFPA. Convencional constituyente.

[2] Esto es así si incluimos la venta de energía hidroeléctrica a Brasil y Argentina en las exportaciones, que son a los únicos países que legalmente podemos exportar. Pero si analizamos solo las exportaciones de bienes, la dependencia del Mercosur es un poco menos, entre 45 y 50% de nuestras exportaciones, pero aún altas, que hacen del Mercosur nuestro principal mercado de destino.

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