Israel, el sionismo y Paraguay
1. El mandato palestino:
La Liga de las Naciones, después de la Primera Guerra Mundial, estableció lo que se conocía como el Sistema de Mandatos. Estos eran mecanismos transitorios de administración de territorios por parte de las potencias europeas victoriosas (los Aliados). Dirigidos, sobre todo, a los territorios que habían estado bajo el dominio de los imperios derrotados en la Guerra de 1914-1917 (Alemania, el Imperio Austro-Húngaro y el Imperio Otomano).
Con respecto a los territorios controlados por el Imperio Otomano, al Reino Unido y Francia le fueron adjudicados los Mandatos sobre lo que hoy es el territorio que comprende al Líbano, Siria, Palestina e Irak. Francia se ocuparía del Líbano y Siria, y el Reino Unido de Palestina e Irak. Desde un principio, los británicos consideraban a Palestina como un territorio compuesto de dos partes, lo que llamaban “Transjordania” (la actual Jordania) y Palestina propiamente dicha. El Mandato Británico sobre Palestina duró de 1923 a 1948.
En el Preámbulo del Mandato Palestino se inscribió un texto que está en el origen de todo el conflicto Palestino-Israelí actual. En efecto, dicho texto decía que uno de sus propósitos era hacer realidad la llamada Declaración de Balfour de 1917, en la que el Gobierno británico se comprometía a establecer en Palestina el “hogar nacional” del pueblo judío. Accediendo así a la solicitud planteada por el movimiento sionista que argumentaba una ligazón histórica y cultural con las tierras palestinas. A partir de ese texto, la reacción de la población palestina, predominantemente árabe y musulmana, con un arraigo de más de dos mil años en Palestina, fue el rechazo. Se lo consideró un proyecto colonialista, decidido por los poderes europeos, sin consultar a la población en el territorio mismo.
Vale también decir que el proyecto sionista nunca ha logrado un cien por ciento de adhesión por parte de la comunidad judía a nivel global. En el propio Gabinete de Gran Bretaña, en tiempos de la Declaración, el único judío en esa instancia, Sir Edwin Montagu, declaraba que el sionismo estuvo influenciado sobre todo por persecuciones en Rusia, pero que la solución no era crear su propio Estado judío, sino obtener para los judíos, en todos los países del mundo, la igualdad ante la ley y las mismas libertados concedidas a los otros ciudadanos.
Uno de los cometidos centrales del mandato era gerenciar un proceso de inmigración de judíos de todos los rincones del mundo en Palestina, para ir fortaleciendo la presencia de esa comunidad. Se declaraba, inclusive, que uno de los idiomas oficiales del Mandato sería el hebreo, a la par del árabe y el inglés. Se abrían así las puertas a una lenta colonización, mediante la compra y concesión de tierras.
Sin embargo, con el tiempo, el Mandato Británico fue entrando en crisis. A medida que aumentaba el número de judíos, la población árabe empezó a rebelarse y los grupos sionistas comenzaron a comportarse de manera más beligerante, desatando fuertes tensiones internas. El conflicto llevó a los británicos a especular con dos posiciones. Una propuesta por la Comisión Peel que veía el conflicto étnico-religioso como irresoluble e introdujo la idea de los dos Estados. Uno más pequeño en la región noroeste de Palestina para los judíos, y otro más grande que abarcaría el sureste hasta el río Jordán para los palestinos. La otra posición surgió en el White Paper de 1939, que de hecho retrocedía con respecto a la declaración de Balfour y proponía un solo Estado Palestino donde conviviesen todas las comunidades. Se proponía, además, controlar el flujo de inmigrantes. Esta segunda posición fue la política oficiosa de los británicos hasta el fin del Mandato.
Ninguna de las dos opciones prosperó. Advino la Segunda Guerra Mundial y la inmigración de judíos europeos escapando del Holocausto se incrementó, alimentando el encono entre ambas comunidades. Los sionistas formaron sus milicias y los árabes también, desatando una guerra civil, que más tarde llevaría al Mandato Británico a básicamente desistir en su misión. Aprovechando la creación de las Naciones Unidas después de la guerra, los británicos le transfirieron la responsabilidad de encontrar una solución y salieron del territorio en 1948.
2. La formación del Estado de Israel:
Sin embargo, la coyuntura no podía ser más compleja. Al día siguiente, se retirarían las autoridades y tropas del Reino Unido, creando un vacío de poder. Por otro lado, la inteligencia sionista sabía que se avecinaba una confrontación militar con los países árabes.
La proclama de independencia israelí se apoyaba en la Resolución 181 de Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947. Esta dictaminó la partición del territorio en dos, estableciendo las bases para un Estado judío y un Estado árabe independiente, como también el estatus de ciudad internacional para Jerusalén.
El problema era que los árabes nunca aceptaron la Resolución, pues no se había respetado el principio de la autodeterminación de los pueblos. Aparte, señalaban el sesgo proisraelí, dado que a la comunidad judía se le adjudicaba el 54% del territorio, aunque representaba el 30% de la población. Ellos seguían proponiendo la formación de un solo Estado palestino.
Posterior a la votación los conflictos entre árabes y judíos crecieron y hubo atrocidades de ambos lados. El ataque de los paramilitares extremistas judíos, miembros del llamado Irgun, a la aldea árabe de Deir Yasin, fue un caso. Ahí mataron más de cien civiles, sembrando el pánico y ahuyentando a la población. Más tarde, milicias árabes atacaron un convoy judío que se dirigía al Hospital Hadassah, matando a 78. Se dieron situaciones sorprendentes, judíos que habían sido perseguidos en Europa en la época del Holocausto participaron en tomas de casas y bienes de palestinos que huían de los ataques del Irgun y el Stern. Una muestra de la compleja que es la circunstancia humana.
Al abandonar el Reino Unido su mandato, Egipto, Jordania, Irak, Siria y el Líbano todos ocuparon militarmente las tierras adjudicadas a los árabes palestinos, amenazando la existencia del nuevo Israel. En esa situación y de manera sorprendente, La Defensa (Haganah) israelí, bajo el liderazgo de Ben Gurión, logró unir todas las unidades militares, incluyendo a Irgun y los otros extremistas sionistas y con gran destreza táctica lograron rechazar las fuerzas árabes en 1949, expandiendo su territorio un 50% más de lo que le había adjudicado la Resolución 181 en el Armisticio de 1949. Si la declaración de independencia en el Museo de Arte de Tel Aviv fue el momento político, la guerra de independencia de 1948-1949 fue el momento militar. Fue la guerra lo que le dio al Estado de Israel su base más firme. De hecho, a partir de ahí se organizó una de las fuerzas militares más eficaces del mundo, la Fuerza de Defensa Israelí. Estas son las que cosecharon victorias mayores en la guerra de los seis días de 1967 y la guerra de Yom Kippur en 1973, acrecentando la ocupación de territorios y el dominio de Israel.
Para los palestinos, en cambio, fue el año de la catástrofe, el ak-nakbah, cuando aproximadamente 530 aldeas fueron destruidas por milicias sionistas y setecientos cincuenta mil civiles árabes fueron desplazados con crueldad de sus territorios. Tomando refugio en Cisjordania, Gaza y otros países árabes. También se registró una significativa expulsión y migración de unos 850.000 judíos desde varios países árabes.
3. El Israel de Santiago Peña:
El punto de partida de tal argumento no podía dejar de ser el aborrecible ataque terrorista a Israel y la toma de rehenes del 7 de octubre de 2023, por parte de Hamás. Sin duda, las amenazas a la seguridad de Israel son reales. Las cartas fundacionales de organizaciones como Hamás o Hezbolá se refieren a la obliteración de Israel. La cuestión, sin embargo, no es descartar tales realidades, sino entender las limitaciones de ese análisis de la situación cuando se piensa en el desarrollo de la política exterior del país.
El Israel de hoy es muy diferente a aquel Israel emergente que se abrió camino en los territorios de Palestina. No es solo el Israel amenazado por los países vecinos, sino también el Israel amenazante. El presidente de Paraguay no tomó en cuenta lo que está sucediendo en los territorios ocupados en Cisjordania o en Gaza.
Hoy, el término “Gran Israel” ya es un proyecto concreto y en desarrollo, alentado por la derecha israelí, desde el Likud hasta el Sionismo Religioso y Fuerza Judía, liderado por Itamas Ben Givir. Ese proyecto se ha asentado en los territorios ocupados, ahora reclamados como Judea y Samaria por los colonos. Ahí se ha desarrollado un sistema de apartheid, con segregación territorial, expansión de asentamientos, desplazamientos forzosos. Con diferencias legales: Los colonos israelíes están sujetos a la ley civil israelí, mientras que los palestinos viven bajo estatutos militares.
Tampoco mencionó el presidente Peña cómo aquella “defensa” de Israel se ha venido transformando. De una respuesta militar desproporcionada a una violación del derecho humanitario, y ahora un genocidio, con crímenes de lesa humanidad. En su discurso, el presidente hace un parangón entre el pueblo judío y el pueblo paraguayo, comparando el holocausto y los ataques a Israel, con la Guerra de la Triple Alianza que devastó el Paraguay en el siglo XIX. ¿No será que un parangón más actual pueda ser los bombardeos y muertes de niños y mujeres palestinos en Gaza? ¿Por qué escoge uno y no el otro? Nos parece que los paraguayos estarían contestes con la crítica al genocidio en general, porque todos son condenables.
La verdad es que el presidente no quiere caer en la cuenta de que la causa actual no es la condena del antisemitismo. Figuras destacadas de la diáspora judía y dirigentes políticos del propio Israel lo están diciendo abiertamente. El país está siendo guiado por un sionismo nacionalista extremo, que sueña con la posibilidad de expulsar a aproximadamente 6 millones de palestinos de sus territorios.
En efecto, como dice el muy conocido internacionalista John Mearsheimer (un realista nada proclive a sentimentalismos o posicionamientos éticos), Israel está en serios problemas. Se ha negado a reconsiderar la solución de los dos Estados, impuso un apartheid en los territorios ocupados y su proyecto del Gran Israel se basa a fin de cuentas en la limpieza étnica.
En revisiones que se han hecho del actuar de Yitzhak Rabin, ex primer ministro de Israel, firmante de los Acuerdos de Oslo con la Organización de Liberación Palestina y luego asesinado por un extremista sionista, quedó una reflexión que él hacía y que se refería a la “inevitabilidad de un Estado palestino”. Es decir, a pesar de las conquistas militares israelíes y la ocupación de territorios, el camino de la paz se fundamentaba en el reconocimiento mutuo y en la deposición de las armas, de ambos lados.
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