Un viaje a Washington
El expresidente de Colombia, Iván Duque se
subió al estrado de la pequeña sala de conferencias del Wilson Center, en
Washington DC, y dio la bienvenida al presidente de Paraguay, Santiago Peña.
Reiteró algunos de los mensajes centrales del presidente paraguayo. Señaló que
el Paraguay es más grande que Alemania, que tiene abundante energía
hidroeléctrica limpia, es una potencia en la producción de alimentos y mantiene
una estabilidad macroeconómica y fiscal envidiable. Agregó, es “un país promercado
y pro-empresa”, por ende, potencial destino de las inversiones extranjeras
directas, si sólo se diera a conocer mejor.
Así se inició una misión diplomática fuera de
lo común. El presidente paraguayo apuntó que su objetivo era “hacer conocer” al
Paraguay, pero eligió hacerlo con el Congreso y al sector privado de EE. UU,
dejando de lado a la Casa Blanca y el Departamento de Estado. Curiosa decisión,
pues, por lo general, las relaciones entre países se manejan de manera tal que
los presidentes privilegian las relaciones con sus pares. Lo esperado hubiese sido
una visita de Estado oficial, con una reunión a nivel de Presidencia, y luego
las correspondientes derivaciones en el Departamento de Estado, el Congreso y
el sector privado, salpicado con conferencias e intervenciones en el mundo
académico y en los llamados “tanques de pensamiento”. La razón dada para esta nueva iniciativa de
“diplomacia presidencial” fue que las relaciones con el Ejecutivo americano ya
estaban lo suficientemente cimentadas, y era necesario abogar con los sectores
más políticos y el sector privado.
Muchos decodificaron esta movida como una
manifestación de descontento con la relación diplomática formal. De hecho, el
presidente de la comisión de relaciones exteriores del Senado paraguayo,
Gustavo Leite, quien acompañó al presidente, lo dejó claro. El objetivo era
recobrar el control de la narrativa sobre Paraguay, pues estaban seguros de que
los informes del embajador americano Marc Ostfield, eran parciales. Entre las
preocupaciones del senador estaba la designación del expresidente paraguayo
Horacio Cartes como “significativamente corrupto” y las sanciones a las
empresas de este por parte del Departamento del Tesoro. Por ende, parte del
objetivo es que con legisladores mejor “informados”, la próxima vez que el
Departamento de Estado reporte sobre las designaciones de “significativamente
corruptos” (es una lista larga a nivel global y es necesario rendir informes
cada 90 días según dicta la sección 7031 c del Depto. de Estado) los miembros
de la comisión de relaciones exteriores paren la oreja y cuestionen el por qué.
El argumento que guio parte de esta audaz
diplomacia presidencial consistía en resaltar que Paraguay es pro-Taiwán, pro-Israel, y
contrario a la expansión de la influencia China en América Latina. Por ende,
debe ser un socio privilegiado de los EE.UU. Esto, ciertamente, es música para
los oídos de la congresista republicana María Elvira Salazar, de Florida, quién
twitteo una foto de ella con Santiago Peña y declaraba “es de los nuestros”. Sin embargo, también es muy riesgoso. Aunque la
delegación de Paraguay dice haberse reunido con congresistas y senadores de
ambos bandos, no se puede ocultar la opción preferencial por los republicanos.
Ello en un momento en que el partido republicano está sumido en una profunda
crisis y su máximo líder, Donald Trump, enfrenta múltiples acusaciones penales
y civiles. Finalmente, esta el eco que puede tener este posicionamiento en la
región sudamericana. ¿Cómo entender esa frase de Peña en el Wilson Center, de
que la inestabilidad macroeconómica de algunos países los lleva a ceder ante la
influencia china? Alusión a la Argentina, vecino de vital importancia. O ese
apoyo sin tapujos a Israel, sin mencionar al pueblo palestino. Muy distante de
las posiciones más equilibradas que han venido asumiendo los países de la
región. Es sin duda difícil marcar el justo medio, pero no se puede salir a la palestra
sin tomarle el pulso al vecindario. ¿La cancelación de la reunión con el
presidente Lula a su retorno de Washington puede ser una señal ominosa en ese sentido?
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