Los nuevos desafíos del cartismo

 

1.     


La unidad del partido

En su discurso por el 137 aniversario (septiembre 2024) de la Asociación Nacional Republicana o Partido Colorado, el expresidente de Paraguay y actual presidente del partido de gobierno, Horacio Cartes, remarcó: “Tenemos un partido renovado y fuerte, en el camino correcto, el camino de ser el instrumento al servicio del hombre y la mujer paraguaya, y de ser factor fundamental del ser nacional paraguayo. Voy a seguir propiciando la unidad del partido, entendiendo que sí puede y debe existir la disidencia en el pensamiento y en el debate, y hasta hace bien, pero traición al partido, no”.

La alusión a la “traición” tenía una razón. Descalificar al expresidente de la república Mario Abdo Benítez, también colorado. Efectivamente, en agosto de ese año, sólo unas semanas antes del discurso de Cartes, Abdo Benítez, anunció su retorno a la política. Esa reaparición en la escena política reanimó a la desvalida disidencia interna y le comenzó a complicar el control del partido a Horacio Cartes. 

Más aún porque el retorno de Mario Abdo Benítez es un tema particularmente sensible para el cartismo, pues se lo culpa al expresidente de haber orquestado la designación de Cartes como “significativamente corrupto” por parte del Departamento de Estado durante la administración Biden. Además, en distintas entrevistas, Cartes y otros voceros del cartismo lo acusan de haber trabajado a favor de la oposición en las elecciones generales de 2023, tratando de impedir lo que al final fue la victoria del candidato cartista, Santiago Peña, actual presidente de la república.

La cuestión es que, a pesar de la advertencia de Cartes sobre la “traición al partido no”, en la segunda mitad de 2024, la vida interna del Partido Colorado cambió. Los aliados del expresidente Abdo Benítez reflotaron su movimiento original, “Añetete” (auténtico); ha también regresado su aliado y exvicepresidente de la república Hugo Velázquez, con su lema “Fuerza Republicana”. Por otro lado, en enero de 2025, el ex precandidato a la presidencia, Arnoldo Wiens, que había perdido las primarias en 2022, lanzó su nueva candidatura a la presidencia en 2028, presuntamente con el apoyo del expresidente Mario Abdo. Estos movimientos han, por otro lado, hecho surgir la propuesta de la disidente y senadora nacional Lilian Samaniego, que le ha propuesto a los contestatarios amalgamarse detrás de su liderazgo, para una eventual candidatura en 2028.

2.      El partido electoralista y clientelar:

Este nuevo dinamismo disidente puede amenazar uno de los pilares de la hegemonía del cartismo. Nos referimos a su capacidad de disciplinar al partido, sobre todo a las bancadas del partido en el parlamento, y de utilizar esas mayorías absolutas que tiene la ANR para extender su dominio en los otros poderes del Estado, los órganos contralores y hasta a la sociedad civil. La presencia de disidencias que no son controlables puede eventualmente quitarle el filo a esa herramienta tan propia del cartismo.

Esta amenaza no se ha concretado aún, aunque es una posibilidad que descuadra el esquema del cartismo.  La ausencia de una manifestación concreta de desprendimiento en la bancada tiene que ver con el hecho de que la disidencia no quiere plantear una alternativa que alimente argumentos que puedan presentarlos como causantes de un debilitamiento del predominio del partido. Con esa precaución en mente, se han mostrado bastante moderados. El caso de Arnoldo Wiens ilustrativo, pues se presenta como alguien que no pretende romper la unidad del partido.  Su argumento es que el partido de gobierno debe seguir apoyando las propuestas del presidente Santiago Peña.  Algo parecido argumenta Mario Abdo Benítez, con un discurso que apunta más a desprestigiar a Cartes y no al partido, o al Ejecutivo. En todo caso, lo que emerge es la voluntad de una corrección de rumbo que no altere la hegemonía del Partido Colorado, pero sí desplace al actual presidente del partido, argumentando su conexión con las economías ilegales y su creciente tendencia a la autocratización.

Sin embargo, el surgimiento de una disidencia no es el único factor que complica la hegemonía cartista. La disidencia es un fenómeno que requiere ser analizada tomando en consideración la naturaleza clientelar y electoralista de la ANR. ¿A qué nos referimos? A que hay que ver las alternativas disidentes en el contexto de un partido de patronazgo, como lo concebía Max Weber, y, al mismo tiempo, como un partido que ya está anticipando los posicionamientos para le venideras elecciones municipales de 2026. Considerando, además, que para muchos las municipales son una suerte de ensayo general para las elecciones nacionales de 2028.

Esos elementos de contexto hacen que el cartismo, o cualquier otro movimiento interno que se encuentre al mando del partido, se tope con una realidad muy cruda y transaccional. Una en la que la función de dispensar favores y recursos a cambio de apoyo político se convierte en una fórmula imposible de resolver, siempre generando un saldo de ganadores y perdedores. Eso porque la oferta de prebendas es mucho menos elástica que la demanda, provocando así demandas insatisfechas, desafección y fuga hacia otros liderazgos. Surge así una dialéctica en la que las disidencias ofrecen reparación a cambio de apoyo en su lucha por el poder.

La dinámica arriba mencionada está en pie actualmente y es prácticamente irreversible. El desafío para el cartismo es en todo caso manejar correctamente los desafíos. ¿En qué sentido? Sobre todo, vigilando que las grietas no amenacen la estructura del edificio. En un primer momento, Horacio Cartes intentó utilizar su capital político, hablando de unidad y concordia, pero sobrevaloró su capacidad de apaciguar a las bases partidarias. Su mensaje no parece haber tenido el impacto deseado. Se debe ahora revisar con más detenimiento la localización de las fisuras.  Es con ese afán que se deben considerar el análisis de la situación por departamentos.

3.      Las fisuras al interior:

Si bien no es este el espacio para un análisis por departamento vale la pena referirse a ciertos casos. Alto Paraná es uno de ellos. Las desavenencias entre el clan de los Zacarías, apoyos del cartismo, y el diputado del departamento Luis González Vaesken, cercano a Mario Abdo Benítez, divide a las bases, que   se enfrentan por la propuesta de los Zacarías de postular a la esposa de senador Ernesto Zacarías Irún, Sandra McLeod, a la intendencia municipal de Ciudad del Este, capital del departamento, en 2026.  Al mismo tiempo, el actual intendente de esa ciudad, Miguel Prieto, del movimiento independiente Yo Creo está captando fugas de liderazgos locales del partido colorado en favor de su proyecto de ampliar el número de municipios del departamento con la impronta de su movimiento político.  Alto Paraná es el segundo centro económico del país, después de la Capital, Asunción, y su área metropolitana.

El departamento de Central, que reúne a los municipios del área metropolitana es otro caso. Es el departamento más populoso del país y de mayor actividad económica, muy integrado a la Capital. Con 19 municipios, los posicionamientos para las elecciones municipales son intrincados y están suscitando conflictos y descontentos, a veces por la falta de apoyo de parte del cartismo. Tales divisiones podrían favorecer al actual Gobernador liberal del Departamento, Ricardo Estigarribia, que también busca aumentar su presencia en los municipios de ese departamento. El Partido Liberal Radical Auténtico tiene actualmente diez de las diecinueve municipalidades, el Partido Colorado detenta nueve.

Finalmente, en la propia Capital, el movimiento disidente ya está planteando la precandidatura a la intendencia del diputado Daniel Centurión. En una reciente encuesta sobre intención de voto (6 de marzo 2025) de la consultora Ati Snead, el diputado estaba a dos puntos (26,7%) del actual intendente cartista, Nenecho Rodríguez, que aspira a una reelección (29,1%). La encuesta cotejó sólo precandidatos colorados.

Estos son ejemplos de las distintas dimensiones de la interna del Partido Colorado en los territorios. Los dos departamentos mencionados y la Capital representan el 47% de los electores registrados en 2023 (4.8 millones), por lo que no se puede soslayar la importancia de conservar las adhesiones que ahí tienen a su favor las distintas corrientes de la ANR, o el partido mismo.

Ahora bien, es importante agregar que el tema de las fisuras no se refiere sólo a las divisiones entre disidentes y cartistas. Se debe, además, considerar la tensión al interior del propio cartismo. La disputa entre los cartistas de la primera hora y los “neocartistas” es a veces más estridente que las querellas entre cartistas y disidentes. Un ejemplo muy ilustrativo ha sido la confrontación entre el ex viceministro de salud Miguel Olmedo, dirigente cartista de la primera hora, del departamento de Cordillera, y el actual gobernador del departamento de Cordillera, Daniel Lichi, quién negoció con el cartismo y se hizo parte del equipo, aunque provenía de los movimientos relacionados con el expresidente Mario Abdo Benítez. 

Finalmente, a estas disputas se le suman enconos relacionados con la capacidad de influir en la política departamental.  Una competencia en la que nos parece relevante mencionar tres posiciones dentro de la estructura política: los senadores, los diputados y los gobernadores. Los senadores, aunque electos en una circunscripción nacional, tienen generalmente un arraigo específico en uno de los departamentos y su caudal electoral tiene relación con su desempeño a favor del departamento en la legislatura. Sin embargo, esa misma ambición y vínculo lo tienen más explícitamente los diputados que son electos en su circunscripción departamental. Ni qué decir el gobernador del departamento. Un ejemplo de este tipo de competencia nos lo presenta el departamento de Caaguazú, con un antagonismo difícil de ocultar entre el senador Beto Ovelar (cartista) y el diputado (también cartista) Miguel Ángel del Puerto, y el gobernador Marcelo Soto.

4.      El dilema del patronazgo versus la gestión de los mínimos de eficiencia:

Cómo se ha mencionado más arriba, estas divisiones y desacuerdos acontecen en un ambiente de mucho pragmatismo transaccional. El discurso político pocas veces articula contenidos relacionados con los fines más sustantivos o las políticas más adecuadas para lograr determinados resultados. Se trata más bien de voluntades que buscan ocupar espacios en los que pueden obtener acceso a recursos públicos. Las monedas de cambio para esas transacciones son, en parte, la capacidad de movilizar al electorado (por medio de redes de acceso a las seccionales, sus caudillos, punteros e influencers) o contando con recursos para financiar una campaña.

La crítica que se la ha hecho a este tipo de prácticas es que, aunque puede fortalecer la lealtad hacia ciertas corrientes internas partidos, al mismo tiempo socava la calidad de la política, haciendo caso omiso de la corrupción en algunos casos o simplemente excusando la falta de responsabilidad en otros. Es por estas características que esta tendencia le crea al cartismo un dilema adicional, difícil de resolver. Nos referimos a que por un lado está el razonamiento de que para resolver los conflictos y minimizar el costo político de un sistema clientelar (que inevitablemente genera ganadores y perdedores) parece razonable abrir más el acceso a recursos del Estado, ofreciendo más puestos de trabajo, más contratos, más oportunidades de negocios. Después de todo, para eso está un partido de patronazgo. Sin embargo, el problema es que el partido también depende de su gestión como partido de gobierno. Su perdurabilidad y permanencia dependen además de un mínimo de eficiencia y eficacia en su gestión y las políticas públicas que pone en marcha.

En una primera etapa de su carrera política, el expresidente Horacio Cartes se distinguió por formar un equipo de gobierno de corte técnico, y se inclinaba más por legitimarse en base a su desempeño como gobierno. Sin embargo, ahora que ejerce la presidencia del partido sus incentivos son otros y busca la flexibilidad del gobierno de Santiago Peña para abrir más espacio al clientelismo, preocupado por mantener su hegemonía al interior de la ANR. La respuesta del Ejecutivo no siempre ha sido tan asequible como él hubiese esperado que sea. Si uno vuelve al caso de Miguel Olmedo, ha habido momentos en que el presidente del partido dio por hecho el pase de este al puesto de ministro de salud, pero el presidente de la República hizo caso omiso. Sectores del cartismo han pedido la renovación del gabinete, apuntando sobre todo a los ministros de economía y finanzas, obras públicas y comunicaciones, salud, entre otros, y nada ha pasado. El director nacional de ingresos tributarios, Oscar Orué, un funcionario de carrera no político ha sido duramente criticado por miembros del cartismo, pero no se lo ha movido de su puesto.

5.      Conclusiones:

Horacio Cartes, como presidente del Partido Colorado, enfrenta actualmente una situación muy distinta al de primer año. En esa primera etapa, la hegemonía parecía incontestable. Se cooptaron liderazgos claves de la oposición interna. Se pudo conducir a la bancada con férrea disciplina y ello derivó en una capacidad inusitada de control de los otros poderes del Estado, con especial énfasis en el ámbito jurisdiccional.  El tutelaje ejercido sobre la presidencia estaba firme. Se avizoraba la emergencia de un partido ordenado, operativo y funcional. La oposición interna del expresidente Mario Abdo Benítez y los otros lideres de la disidencia no necesariamente llegan para revertir ese proceso, pero sí cambiaron las reglas del juego. Se ha revitalizado el disenso dentro del partido, desafiando el control de Cartes.  Este conflicto interno amenaza la capacidad de Cartes para mantener la unidad y disciplina del partido, crucial para extender la influencia sobre los poderes del estado y la sociedad.   

No está claro aún cuanta coherencia hay dentro de la disidencia, pues el regreso de Abdo Benítez también ha significado el regreso de Hugo Velázquez y Arnoldo Wiens, sin olvidar la propuesta de Lilian Samaniego. Se puede decir que se ha agitado la competencia interna, sin duda, y que ello ha marcado un electoralismo prematuro en vistas a las municipales de 2026 y posiblemente las nacionales de 2028. El Partido Colorado no puede dejar de operar dentro de un marco clientelista, donde el apoyo político se intercambia por favores y recursos. Esta naturaleza transaccional complica las dinámicas internas y lo coloca a Cartes ante la tarea imposible de manejar la cultura transaccional al menor costo posible. Es por eso que se destaca el desafío de equilibrar el clientelismo con una gobernanza efectiva, un dilema para Cartes mientras busca mantener su influencia. Las disputas regionales, como las de Alto Paraná y Central, son puntos neurálgicos de esas tensiones, donde no sólo se expresa la competencia disidencia – cartismo, sino también las divisiones internas dentro del cartismo.

Publicado en Economia y Sociedad Num. 85, CADEP 2025

Imagen: Publicado por Tina en Pinterest



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