La difícil caracterización del gobierno de Santiago Peña
El gobierno de Santiago Peña seguirá en la
línea neoliberal. Es un proyecto que cree en el mercado y el sector privado.
Buscará encontrar la senda del crecimiento y el desarrollo mediante el estímulo
de la inversión privada, manteniendo los incentivos existentes y apostando muy
fuertemente al aumento de la inversión extranjera directa. Al mismo tiempo,
quiere resguardar a toda costa la responsabilidad fiscal y seguir enfatizando
ese atributo del Estado paraguayo para asegurarle a los inversores la
estabilidad macroeconómica. Sin aumentar
la carga tributaria, intentará racionalizar el gasto público y reforzar la
porción del presupuesto destinada a la inversión pública. Su política social
seguirá siendo una de transferencias monetarias condicionadas a los sectores de
la población en extrema pobreza e intentará racionalizar la estructura y
funcionamiento de los sistemas de protección social en el pilar contributivo,
véase, sobre todo, Caja Fiscal e IPS.
Sin embargo, este proyecto tiene sus amenazas.
La inversión extranjera directa no viene sólo por los incentivos tributarios y
costos de la energía, sino también por la calidad de los recursos humanos y los
servicios públicos. Así, su promesa de 500.000 nuevos empleos se irá desvaneciendo
con el tiempo. Al mismo tiempo, es probable que la racionalización del gasto
público no podrá contrarrestar el achicamiento del espacio fiscal debido al
aumento de la deuda, y con ello, la continuidad de la responsabilidad fiscal se
verá debilitada.
El gobierno de Santiago Peña será un gobierno
conservador. En todo lo que se refiere a valores. Hace un tiempo se viene
articulando un discurso basado en la familia, la nación y las tradiciones, con
un fuerte apego a las orientaciones de la Iglesia Católica. El Paraguay seguirá
siendo “el último bastión del conservadurismo”, con sus declaraciones por vida y
profamilia. Se mantendrán las cosas como están, de hecho. El desafío será no
abrirle la puerta al extremismo, que ya le ha mostrado los dientes en la
crítica a su elección de ministro de educación. Peña tendrá que ser un
conservador liberal, al estilo de Sebastián Piñera de Chile o Iván Duque de
Colombia e impedir el crecimiento del bolsonarismo local.
El gobierno de Santiago Peña se plantea como un
proyecto modernizador. El presidente electo proviene de una cantera
tecno-política, con formación en universidades extranjeras y trabajo en las
entidades del Estado más sofisticadas, como se reconoce lo son el Banco Central
y el Ministerio de Hacienda. Quiere mejorar la gestión pública basada en
resultados, hacerla más eficaz y eficiente. El problema es que tiene que
convivir con grandes corroedores del “eficientismo”. Está el
clientelismo político. En efecto, la función de patronazgo de su partido será
como una constante piedrita en el zapato. Su desafío aquí es mantener vivo el
proceso de negociación con las bases, los caudillos y los parlamentarios del
Partido Colorado, para hacer avanzar su proyecto.
Formalmente hablando, el gobierno tiene un bien
preciado, mayoría absoluta en el congreso, pero es un partido jalonado por
intereses con frecuencia muy distantes del bien público, a veces aliado al
narcoestado y la corrupción sistémica. Con el agregado de que es su mentor
político, el expresidente Horacio Cartes, (declarado “significativamente
corrupto” por el gobierno de EE. UU.) quién, desde su posición de presidente
del partido, aspira a ser tutor del presidente, manteniendo a su socio
modernizador, neoliberal y conservador bajo cuerdas. En ese sentido, el gran
desafío político es responder la pregunta ¿quién gobierna?, que no tiene una
respuesta única y fija en el tiempo, sino que se irá deshilvanando con el
tiempo.
Publicado en Ultima Hora 23 de julio 2023
Imagen bajada de www.flaviacalandria.com
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