La difícil caracterización del gobierno de Santiago Peña

 



 

Las etiquetas políticas pueden parecer un ejercicio inútil. Dejan de lado las identidades concretas y específicas de cada gobierno. Sin embargo, no podemos olvidar que todos los actores políticos son expresiones de conjuntos más amplios, tributarios de corrientes ideológicas globales. Así como no hay un par de ojos que sea idéntico a otro, también es cierto que todos los ojos tienen características comunes. Intentemos, pues, a unas semanas de que asuma el presidente electo de Paraguay, Santiago Peña, caracterizar su proyecto político. ¿Cuáles serán las premisas de su accionar a partir del 15 de agosto?

El gobierno de Santiago Peña seguirá en la línea neoliberal. Es un proyecto que cree en el mercado y el sector privado. Buscará encontrar la senda del crecimiento y el desarrollo mediante el estímulo de la inversión privada, manteniendo los incentivos existentes y apostando muy fuertemente al aumento de la inversión extranjera directa. Al mismo tiempo, quiere resguardar a toda costa la responsabilidad fiscal y seguir enfatizando ese atributo del Estado paraguayo para asegurarle a los inversores la estabilidad macroeconómica.  Sin aumentar la carga tributaria, intentará racionalizar el gasto público y reforzar la porción del presupuesto destinada a la inversión pública. Su política social seguirá siendo una de transferencias monetarias condicionadas a los sectores de la población en extrema pobreza e intentará racionalizar la estructura y funcionamiento de los sistemas de protección social en el pilar contributivo, véase, sobre todo, Caja Fiscal e IPS.

Sin embargo, este proyecto tiene sus amenazas. La inversión extranjera directa no viene sólo por los incentivos tributarios y costos de la energía, sino también por la calidad de los recursos humanos y los servicios públicos. Así, su promesa de 500.000 nuevos empleos se irá desvaneciendo con el tiempo. Al mismo tiempo, es probable que la racionalización del gasto público no podrá contrarrestar el achicamiento del espacio fiscal debido al aumento de la deuda, y con ello, la continuidad de la responsabilidad fiscal se verá debilitada.

El gobierno de Santiago Peña será un gobierno conservador. En todo lo que se refiere a valores. Hace un tiempo se viene articulando un discurso basado en la familia, la nación y las tradiciones, con un fuerte apego a las orientaciones de la Iglesia Católica. El Paraguay seguirá siendo “el último bastión del conservadurismo”, con sus declaraciones por vida y profamilia. Se mantendrán las cosas como están, de hecho. El desafío será no abrirle la puerta al extremismo, que ya le ha mostrado los dientes en la crítica a su elección de ministro de educación. Peña tendrá que ser un conservador liberal, al estilo de Sebastián Piñera de Chile o Iván Duque de Colombia e impedir el crecimiento del bolsonarismo local.

El gobierno de Santiago Peña se plantea como un proyecto modernizador. El presidente electo proviene de una cantera tecno-política, con formación en universidades extranjeras y trabajo en las entidades del Estado más sofisticadas, como se reconoce lo son el Banco Central y el Ministerio de Hacienda. Quiere mejorar la gestión pública basada en resultados, hacerla más eficaz y eficiente. El problema es que tiene que convivir con grandes corroedores del “eficientismo”. Está el clientelismo político. En efecto, la función de patronazgo de su partido será como una constante piedrita en el zapato. Su desafío aquí es mantener vivo el proceso de negociación con las bases, los caudillos y los parlamentarios del Partido Colorado, para hacer avanzar su proyecto.

Formalmente hablando, el gobierno tiene un bien preciado, mayoría absoluta en el congreso, pero es un partido jalonado por intereses con frecuencia muy distantes del bien público, a veces aliado al narcoestado y la corrupción sistémica. Con el agregado de que es su mentor político, el expresidente Horacio Cartes, (declarado “significativamente corrupto” por el gobierno de EE. UU.) quién, desde su posición de presidente del partido, aspira a ser tutor del presidente, manteniendo a su socio modernizador, neoliberal y conservador bajo cuerdas. En ese sentido, el gran desafío político es responder la pregunta ¿quién gobierna?, que no tiene una respuesta única y fija en el tiempo, sino que se irá deshilvanando con el tiempo.

Publicado en Ultima Hora 23 de julio 2023

Imagen bajada de www.flaviacalandria.com

 

 



[1] Analista político y consultor independiente. Twitter: @escabcar


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