Campañas electorales y política
Uno de los aspectos más interesantes de las competencias electorales es observar cómo los candidatos
se van posicionando. Si están, por ejemplo, a favor de un mayor endeudamiento púbico o
de una austeridad fiscal estricta. Fenómeno este que va de la mano con la
descalificación de los otros contendientes. Para muchos electores esta dinámica
es la que los inclina a favor de uno u otro aspirante al puesto electivo.
Dependiendo del
contexto, la toma de posición y la desacreditación del
otro pueden asumir diferentes formas. Hay
coyunturas en las que el carácter y la capacidad de los candidatos tienen
preeminencia. Por ejemplo, en las elecciones de 2020 en EE. UU. el asunto de la
gestión errática de Trump era objeto de ataque y descalificación. En otras, la
diferenciación está dada por
un tema. Por ejemplo, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, en el
caso de las elecciones de 2019.
En ese toma y daca que caracteriza la pugna electoral los candidatos actúan en función a lo que ellos consideran son
sus potenciales electores. y el éxito o fracaso de las campañas con frecuencia
tiene relación con cuan certera sea su apreciación de quiénes realmente
constituyen ese potencial caudal electoral.
Esta semana hemos visto unos giros interesantes en los discursos
de campaña de los dos principales contendientes a la presidencia: Santiago Peña
y Efraín Alegre. En el caso de la Concertación vemos un posicionamiento nuevo,
prestando atención a temas de política pública más concretos, sea este la
merienda escolar o la gratuidad de los medicamentos.
Suponemos que esa acción tiene que ver con la aceptación que el
discurso de patria o mafia debía ser complementado con otras propuestas más
concretas. Probablemente, con el propósito de satisfacer públicos que estaban
incómodos con el enfoque monotemático que ha tenido la campaña hasta ahora.
En el caso de Santi Peña nos ha llamado la atención el diálogo con
los embajadores de la Unión Europea. Este es un grupo que ha sido blanco de los
grupos fundamentalistas “provida”, muy apreciados por el cartismo y la ANR en
general. Sin embargo, Santi intentó marcar distancia con los sectores más
radicales de esos grupos, de manera a no perder espacio en el ámbito internacional.
También llamó la atención su posicionamiento respecto a la dictadura de
Stroessner. Una declaración tan controversial que sólo se puede explicar por su
interés en mantener entre su público al sector más autoritario de la opinión
pública, que, huelga decirlo, no es pequeño, lastimosamente.
La interrogante que queda es si estos posicionamientos determinan
el contenido concreto de las políticas públicas que vendrán durante una
eventual presidencia de los potenciales ganadores. La respuesta es que siempre
existe una brecha entre los posicionamientos en campañas y las decisiones de
política pública posteriores. No importa el país, aunque sí, en algunos la
brecha es más notable que en otros.
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