Paraguay: los desafíos de Santiago Peña
Este 15 de agosto Santiago Peña asume la presidencia de Paraguay.
Lo hace con optimismo. Este economista
no es ajeno a la gestión pública. Ya ha pasado por el Banco Central y el
Ministerio de Hacienda. Allí encontró los dos mantras de la economía nacional:
la estabilidad macroeconómica y la responsabilidad fiscal. Sin duda, esas
cartas de presentación servirán de puntal para atraer más inversión directa extranjera
y nacional. Si tienen éxito o no, es otra cosa, ya que la economía no es todo. Esta
también la gobernabilidad.
Desde el punto de vista de la gobernanza
política, este nuevo presidente neoliberal, conservador, y modernizante tiene
en su haber un activo importante. Su partido, el Partido Colorado, tiene
mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso. Sin embargo, también acarrea pasivos. El
partido tiene movimientos internos y estos pueden tornarse facciosos,
dependiendo de las circunstancias. Una de esas circunstancias tiene que ver con
la dinámica entre Santiago Peña y su mentor político, el ex presidente de la
república, Horacio Cartes, que actualmente ejerce la conducción del Partido
Colorado.
La relación Cartes – Peña, crea una situación de
poder real detrás del trono. Esto no es nuevo, ni muy auspicioso. Piensen en la
relación Cristina Kirchner – Alberto Fernández o Luis Arce – Evo Morales. En Paraguay, nadie se opondría a caracterizar
el gobierno de Santiago Peña como un nuevo ciclo político “cartista”. El mismo
Peña siempre menciona a su mentor y le agradece sus orientaciones y apoyo. Pero
lo interesante es desmenuzar mejor el fenómeno. Hay unos, sobre todo en la
oposición, que consideran al presidente como un mero ahijado del patrón. Pero, también
está la tesis de que no se puede hablar de una relación única y fija, sino que
es dinámica y se irá deshilvanando con el correr del tiempo.
Hasta ahora la relación parece sólida. Durante
la transición y formación del nuevo, en ningún momento se notó una disputa por
los nombramientos. Estos fueron dándose a conocer por parte del equipo de
transición de Santiago Peña de manera ordenada. Muchos de los miembros del
gabinete son del pasado gobierno de Horacio Cartes, y otros son exgerentes de
empresas relacionadas con el grupo Cartes. Pero, también se notó una clara
participación de Peña en la decisión y un respeto al presidente electo por
parte de los ungidos. En sectores claves, sobre todo en el sector económico, se
congregaron personas con un perfil muy similar al de Santiago Peña. Es decir,
se perfila una dinámica más de diálogo y negociación entre él y su mentor, así
como con el resto del círculo interno del comando político cartista. No sería un caso similar a la relación de
poder que se observaba entre Putin y Medvedev, para citar otro caso de poder
real detrás del trono.
La experiencia de la transición también arrojó
otras claves importantes. Si tuviésemos que resumir el compromiso que se notó
en los nombramientos es que Horacio Cartes pisó fuerte en todo lo concerniente
a justicia, seguridad, anticorrupción y lavado de dinero. Mientras que Peña
probablemente tuvo más libertad en los otros sectores. Nada se habrá hecho sin
pasarlo por Cartes de alguna u otra manera, pero hubo concesiones, de ambos
lados.
Las concesiones hechas tocan un punto medular.
Horacio Cartes tiene en su contra varias acusaciones. El Departamento de Estado
de los EE. UU. lo designó como significativamente corrupto y el Departamento
del Tesoro les impuso sanciones a algunas de sus empresas. Hay una
investigación de la Secretaría de Prevención del Lavado de Dinero y otra de una
comisión investigadora del Congreso pasado. En estos momentos, los EE. UU.
están compartiendo toda la información que tienen con el Ministerio Público y
el fiscal general del Estado promete una evaluación sigilosa e imparcial de la
misma.
Cartes necesita blindarse ante esos procesos, y
aquí surge una pequeña, aunque significativa, diferencia de criterio entre el
presidente electo y su mentor. Este último aspira a que todo el movimiento
político se alineé en torno a él, interpretando cualquier imputación como una
persecución política. Sin embargo, Santiago Peña siempre ha dicho que Cartes
tiene el derecho a defenderse, como ciudadano, pero ha evitado un
posicionamiento claramente contrario a cualquier intento de acusar o imputar a
su mentor, sin importar las razones por las que se procedería a tal cosa.
Hay que ver si se llega al estadio de la
imputación. Las presiones para que no sea así serán muy fuertes. Ya se ha
hablado de un juicio político al fiscal general, Emiliano Rolón. Pero, si esta
situación se cristaliza, el posicionamiento más legalista del presidente electo
sería motivo de controversia dentro del propio movimiento cartista, dividiendo
a leales versus institucionalistas. En tal escenario, también se daría una
reanimación de los colorados no cartistas aglutinados bajo el llamado Frente
Republicano. Así, ese activo de la gobernanza, la unidad del partido de gobierno
se resquebrajaría y el presidente vería muy disminuida su base política. Pero,
como en toda crisis hay oportunidad, sería también el momento en que el
presidente electo podría demostrar su talante político y dejar de ser
simplemente el ahijado del patrón.
Imagen de www.themindsjournal,com en Pinterest
[1] Politólogo. Coordinador académico de
FLACSO – Paraguay. Columnista de Latinoamérica21 y Ultima Hora. X (twitter) @escabcar
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