La aritmética parlamentaria
Efectivamente, la primera pregunta que me
lanzan ya tenía su giro. Si me parecían válidas las críticas al hecho de que el
Partido Colorado había logrado quedarse con la presidencia de ambas cámaras.
Por supuesto que no. Un partido político que tiene mayoría absoluta en ambas
cámaras tiene todas las credenciales como para asumir el control de las dos
instancias. ¿En qué país sucedería que el partido que tenga mayoría en las
cámaras no se quedara con la presidencia de ellas? No puedo pensar en ninguno.
El tema es que en el caso paraguayo había un
sector del mismo partido de gobierno que había dicho que se constituiría en un
bloque con identidad propia y relativa autonomía respecto al nuevo oficialismo.
Eso había levantado las expectativas de que ellos, aliados a sectores de la
oposición, podrían forjar una mayoría para tener el control del senado y actuar
como contrapeso a la facción cartista del Partido Colorado. Llamada facción
“cartista” porque defiende y está bajo la tutela del expresidente del país, el
“significativamente corrupto” (según el Departamento de Estado de los EE. UU.) Horacio Cartes.
Esa expectativa se vio totalmente frustrada el
viernes. Si hacemos un balance y tomamos el evento de conformación de las mesas
directivas como el segundo acto del drama político que se está desarrollando en
el país, no creo que se pueda negar que el saldo es enteramente a favor del
“cartismo”. Sin embargo, más interesante para mi es que nos preguntemos sobre
las actuaciones del presidente electo Santiago Peña. De hecho, durante los días
anteriores a la toma de posesión de los nuevos legisladores, se pudo apreciar
un trabajo en equipo del presidente y vicepresidente electos, Pedro Aliana. Este
último cumplió a cabalidad su función constitucional de ser el enlace del
ejecutivo y el legislativo. ¿Hubiese sido tan exitoso el proceso de forjar una
mayoría si no existiese lo que podríamos llamar, perdón por la expresión, la
“mediación peñista”? ¿El “cartismo”, sin Peña, puede funcionar? En la relación
Peña – Cartes, ¿cómo está jugando ese refinamiento que hace el presidente
electo?
Ahora bien, la cuestión no es solamente constatar
el éxito de esa mediación peñista, sino sobre todo reconocer el fracaso de las
alternativas. Pareciera evidente que hablar de “una” multibancada opositora es
prematuro. Fue medio penoso ver cómo esa propuesta se fue desgranando, quedando
como candidato el senador Eduardo Nakayama, que recibió tan solo once votos. Más
penoso aún fue ver que a dicho candidato lo votó la nueva senadora de Cruzada
Nacional, Yolanda Paredes, que probablemente no comparte ninguna idea
sustantiva con el liberal, excepto que ambos son opositores. Por su parte, la
idea de “Fuerza Republicana” quedó como desaparecida en la acción. Se formaron
“bancaditas” y los egos pudieron más que el razonamiento político.
La última esperanza de un contrapeso resultó
ser la senadora Blanca Ovelar, que en su intervención usó el término correcto.
Habló de “allanarse”, que, según el diccionario, significa conformarse con algo
o alguien. Su etimología tiene que ver con aplanar algo. No daban los números.
La aritmética parlamentaria había ya tenido su efecto y no había más que
reconocer la derrota. Con ella, el presidente electo acrecentó su capital
político, sin duda. Sin embargo, el medio que me entrevistó le quería quitar
más kilometraje al evento del que probablemente tiene. ¿Con esta nueva mayoría
tenemos ya asegurada la gobernabilidad? Mi respuesta, poco espectacular, “hay
que ver”. La aritmética parlamentaria es siempre cambiante. Nada nos asegura
que la mayoría de hoy se pueda repetir con regularidad, y que las leyes y los
nombramientos no vuelven a ser tema. El espectáculo político seguirá su curso.
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