El futuro de la oposición
No acaba de asentarse el polvo
del enorme remezón que sufrió la oposición la noche del 30 de abril. El
cuestionamiento sobre el proceso electoral se encuentra todavía dividido entre
los que denuncian un fraude masivo y aquellos que revelan incongruencias más
localizadas y puntuales. La posición atribuible a Cruzada Nacional y su vocera
Yolanda Paredes, es probablemente la más extrema, argumentando que ellos
ganaron. Efraín Alegre, en cambio, intentó posicionarse como líder de un
movimiento por la transparencia, admitiendo que él no tenía pretensión de haber
ganado las elecciones.
Mientras tanto el proceso
institucional del TSJE ha venido avanzando apartado del barullo externo, pero
con presencia y participación de los apoderados de las distintas fuerzas políticas.
Es así como ya se ha llegado a la etapa de juzgamiento final y se avizora una
proclamación para el 9 de junio.
A medida que se ha desarrollado
este proceso los voceros de la oposición y miembros de la concertación se han
venido desgajando. Por un lado, los senadores electos del PLRA y el gobernador
electo de Central declaraban que las posiciones de Efraín Alegre eran
individuales, no institucionales. Voceros del tercer espacio también han tomado
distancia, llamando a dar vuelta la página y pensar más bien en qué les espera
en el próximo ciclo político.
Pensar en lo que se puede esperar
en este ciclo que se inicia presenta, efectivamente, graves complicaciones para
la oposición. Para encarar esa pregunta cabe hacer la distinción entre la
política parlamentaria y la política entendida como el conjunto de fuerzas y
actores que se debaten a nivel de la sociedad para defender intereses, lograr
objetivos y cambiar la correlación de fuerzas.
A nivel parlamentario, lo que
vemos es una oposición muy disminuida. Si tomamos el Senado como referente, se
perfila una probable competencia entre el PLRA y Cruzada Nacional, con un
tercer espacio apenas sobreviviendo. Esto desbarataría cualquier acción
conjunta significativa. Ante la imposibilidad de conjugar las voluntades de la
oposición, la única manera de lograr avances legislativos significativos
quedaría en manos de que una de las bancadas de la ANR negocie la adhesión de
miembros de la oposición para obtener una mayoría en un tema o nombramiento.
Esta posibilidad va a depender mucho de la interna colorada, que oscila entre
los beneficios de la unidad y los de la identidad propia.
El Partido Colorado tiene una
posición por la que muchos gobiernos en el mundo pagarían oro. Mayoría absoluta
en ambas cámaras. El Ejecutivo podría usar ese valioso capital político para
llevar adelante las reformas que se propone. La cuestión sería cuáles reformas
y para beneficiar a quiénes. Si las
mismas van por la senda de mayores oportunidades, mayor inclusión, mayor
calidad del gasto público, medidas, en fin, que ayuden a sacar al país del
estancamiento en el que está metido, el rol de la oposición será más bien de
acompañamiento. Sin embargo, si esa mayoría sirve para perpetuar la sociedad
amañada, sirviendo a los mismos de siempre, ocultando la corrupción y dándole
espacio al crimen organizado, la política se desplazaría más bien fuera del
parlamento, pues la oposición parlamentaria se vería incapaz de frenar los
abusos.
El fenómeno Payo y los votos a
favor de la Concertación han demostrado que las aguas no están quietas. Hay
descontento y hay un malestar que se puede traducir en protestas, reclamos,
movilizaciones y hasta en violencia. Santiago Peña y la mayoría absoluta del
Partido Colorado no tienen un cheque en blanco en sus manos. Lo ha dicho el
propio presidente electo, diciendo que le preocupaba ese 57% que no lo votó. Es,
cierto, un 57% amorfo que no se puede caracterizar de una manera homogénea. Sin
embargo, si una parte significativa de esa masa no encuentra una representación
efectiva a nivel parlamentario, las chances son de que se vuelque a una
oposición distinta, no parlamentaria, sino una compuesta de liderazgos y
movimientos ciudadanos y sociales.
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