Esperanza Martínez – exprecandidata a la presidencia por la articulación “Ñemongeta por una patria nueva”
1. Introducción:
Antes de iniciar el análisis es importante
señalar que nuestra labor en esta entrega ha sido el análisis de las
intervenciones de la exprecandidata a la presidencia, Esperanza Martínez, en
dos espacios. Por un lado, las entrevistas y participaciones en programas de
debate en los medios de comunicación masiva, y, por el otro, los discursos e
intervenciones en las reuniones de “Ñemongeta por una patria nueva”. Nos
fijamos sobre todo en los temas que prioriza la propia candidata en sus alocuciones,
y no hacemos referencia a los documentos programáticos que haya preparado o
elaborado su grupo político, a menos que ella haga referencia a los mismos. Este
enfoque nos permite concentrarnos en el “encuadre” que hace la propia candidata
de sus posibles líneas de política pública en el caso que
accediese al puesto electivo al cual aspira.
Hacemos esta aclaración
porque “Ñemongeta por una patria nueva” ha finalizado recientemente un
documento programático en el que figuran sus propuestas de manera más ordenada
y sistemática. Muchas de estas tienen una relación directa con lo que ha expresado
la precandidata en sus intervenciones. En ese sentido, Esperanza Martínez es
probablemente una de esas candidatas que está en mejor sintonía con las bases
programáticas de su grupo político. No es raro en el mundo de las campañas
electorales ver que el candidato principal no se organiza, ni se ocupa de
establecer un mejor vínculo con sus bases programáticas, llevando sus
intervenciones de manera individual, por una senda poco estructurada y
disciplinada en cuanto al mensaje que quiere hacer llegar.
En el susodicho
documento de “Ñemongeta” se citan los siguientes puntos principales:
“Ñemongetá
por una Patria Nueva se compromete a llevar adelante:
Una
salud pública con cobertura universal, gratuita y de calidad que avance
hacia un sistema integral y unificado que priorice la Atención Primaria a la
Salud y potencie las Unidades de Salud de la Familia.
Una
educación integral, pública universal, gratuita y de calidad en los
niveles de la educación inicial, escolar básica y media, con mejoramiento de la
infraestructura y el equipamiento educativo, la formación docente, la retención
escolar y el aprendizaje.
La
expansión del trabajo decente con libertad de agremiación, igualdad,
seguridad social y dignidad humana.
La
Reforma Agraria Integral con distribución de tierra a los Sin tierras,
desarrollo de los asentamientos campesinos y comunidades indígenas y, apoyo
integral a la agricultura campesina e indígena.
El
pleno ejercicio de la soberanía hidroeléctrica como palanca para el
desarrollo sustentable, el buen uso de la renta eléctrica para mantener la
matriz eléctrica 100% renovable, mejorar y expandir la infraestructura
eléctrica, ampliar la tarifa social y fomentar industrias empleos intensivas,
así como transporte eléctrico e infraestructura socio ambiental.
Una
nueva relación con el medio ambiente que respete las leyes ambientales y
proteja el ambiente, preservando y reconstituyendo los ecosistemas nativos y
los recursos naturales, mitigando y contrarrestando el cambio climático.
Una
lucha frontal contra la corrupción, el contrabando, el narcotráfico y la
impunidad”
Muchos
de los temas los toca la candidata en sus intervenciones, como se verá a continuación.
2. 2. La pre candidata:
Como muchos médicos y
salubristas, Esperanza Martínez, entra a la política al tomar conciencia de que
la salud y la enfermedad tienen tanto que ver con las determinantes sociales y
las políticas públicas, como con los factores de riesgo que puedan afectar el
metabolismo y la fisiología de los individuos. En su discurso se notan los años
de experiencia en la gestión de la salud, empezando como fundadora de la asociación de médicos del Hospital de Clínicas.
Una de las cosas en las que la candidata insiste
recurrentemente en sus intervenciones es que es necesario plantearse la pregunta ¿cómo mejor “llegar a la gente”?. Esa orientación al ciudadano le viene, además, por
su compromiso con el enfoque de derechos, y muy especialmente el derecho a la
salud, y argumenta que su experiencia en la salud pública le ha dado un
conocimiento más certero de cómo orientar el quehacer del Estado para que este
pueda beneficiar a aquellos que más necesitan.
A pesar de sus
críticas a la situación actual del país, no deja de recordarnos que el Paraguay
tiene buenas bases para prosperar. Menciona el bono demográfico (población
joven) que aún se puede aprovechar, las reservas de agua en los acuíferos, el
potencial aún no realizado de la energía hidroeléctrica y su uso pleno, y las
tierras fértiles, entre otros. El problema para ella es que ese potencial ha
sido secuestrado por una política que sirve a las élites, los corruptos y los
narcos. Una élite que, además, no quiere asumir la responsabilidad que les
corresponde para el desarrollo del país. Una élite a quien no le interesa la
seguridad social de la población y ni cree en la necesidad de pagar sus
impuestos. Critica con vehemencia lo que ella llama el “proyecto Abdo Benítez –
Cartes” de los dos últimos gobiernos, que ha consistido en endeudar al país
para poder invertir en el desarrollo de obras que benefician sobre todo a los
grupos empresariales, sin ningún esfuerzo de inversión social mayor.
3. 3. Los pilares del discurso programático de la candidata:
Siempre conviene
abordar el análisis del discurso político desde la perspectiva de lo que
diferencia un texto de otro. En ese sentido, aunque puede parecer una
perogrullada, es importante señalar que el discurso de Esperanza Martínez
incorpora con mayor énfasis que otros, la referencia a “lo popular”. En
comparación con el discurso de otros precandidatos a la presidencia de la Concertación,
en el texto de Esperanza Martínez hay un desplazamiento de los referentes y las interpelaciones.
Se combina “la ciudadanía” y “el pueblo paraguayo”, con referencias reiteradas hacia
sujetos como los “trabajadores del campo y la ciudad”, “los campesinos”, los
colectivos de base y, de manera muy insistente en el caso de la senadora, los
“pueblos indígenas”.
Obviamente, esta defensa
de “lo popular”, y “lo colectivo”, está directamente relacionado con el
discurso de la izquierda en el Paraguay. Esta siempre ha estado ligada a los
movimientos y asentamientos que pugnan por el derecho a la tierra en el ámbito
rural y por el reconocimiento de los asentamientos informales en el medio
periurbano. La posición de la senadora ante la llamada Ley Riera – Zavala es
probablemente lo más característico de este discurso en la actual coyuntura.
Ella y su bancada en el legislativo han sido acérrimos críticos de la
modificación del código penal propuesta por el senador de Patria Querida Fidel
Zavala y el senador colorado del movimiento Honor Colorado, Enrique Riera,
mediante la cual se elevó la pena privativa de libertad por una invasión de un
inmueble ajeno a diez años, pasando de ser delito a ser crimen.
Los argumentos de la
senadora giran en torno al hecho de que muchas ocupaciones se dan en tierras
que fueron mal habidas. Tierras públicas que fueron repartidas entre una élite
compuesta de militares, latifundistas y otros otorgadas durante la dictadura de
Stroessner, en vez de ser destinadas a los pequeños agricultores (verdaderos
sujetos de la reforma agraria). Esta práctica de adjudicación fraudulenta de
tierras ha continuado inclusive tras la conversión del Instituto de Bienestar
Rural en Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra a partir del
2004. Por ello, para la senadora y la izquierda en general, no se puede hablar
de las invasiones sin, al mismo tiempo, considerar el esclarecimiento
definitivo del origen de esas tierras. Consideración que concita, además, una
revisión de todas las falencias del catastro nacional, por la serie de
superposición de títulos que existe.
Aparte, se insiste que
en muchos casos estamos hablando de una variada gama de situaciones cuando se
habla de “ocupaciones”. De hecho, muchas de ellas se convirtieron en
asentamientos y llevan décadas en esos lugares y el mismo Estado ya les ha
brindado determinados servicios públicos, instalando escuelas y centro de salud,
por ejemplo. Finalmente, está la crítica a los operativos de desalojo. Se condenan
los desalojos violentos, violatorios de los derechos humanos de las personas, a
veces afectando a niños y adolescentes en las escuelas. Los protocolos de
desalojo no se respetan; la policía nacional, la fiscalía y los jueces penales
se arrogan funciones que no tienen. Ha habido varias muertes reportadas en
estos casos. En ocasiones son simplemente personas privadas, acompañadas de
civiles armados, con un abogado, los que operan y ejecutan los desalojos
violentos.
Es en base a esta
problemática que la candidata se hace cargo de señalar que el país se
caracteriza por el incumplimiento histórico del derecho a la reforma agraria.
Este es el posicionamiento central de la senadora y su corriente política. Su pensamiento está bien expresado por Milena
Pereira Fukuoka, quién, en el Informe de la Comisión de Derechos Humanos del
Paraguay 2020, escribió que “la falta de
mecanismos efectivos de protección de los derechos territoriales de los pueblos
indígenas, la inexistencia de políticas que desalienten el latifundio y el
déficit de políticas de vivienda de los sectores populares urbanos, constituyen
las causas del acaparamiento creciente de las tierras en el país sobre una base
cada vez más ilegal: tierras mal habidas, apropiación de territorio indígenas,
realización de transacciones fraudulentas con inmuebles públicos, amplia
superposición de títulos de propiedad”.
Recordemos que el 90% de la tierra en Paraguay está en manos de unas
120.000 grandes propiedades (menos del 5%), mientras que el restante 10% se
reparte entre 280.000 propiedades pequeñas y medianas.
El arriba mencionado
posicionamiento de la senadora Esperanza Martínez, se vincula obviamente con la
preocupación más amplia por la sostenibilidad de la agricultura familiar
campesina. En vez de que la población ligada a ese modo de producción siga en
un proceso de disolución, empujada hacia afuera por la agricultura empresarial
y el agronegocio, la propuesta es desarrollar políticas que conduzcan a un
fortalecimiento del sector. En su propuesta de negociación del Anexo C del
Tratado de Itaipú, ella habla de la necesidad de invertir parte de los recursos
que se obtendrían tras una negociación exitosa con el Brasil en la asistencia
técnica y el desarrollo de ese sector rural. Por otro lado, es la única
precandidata que plantea el tema de los impuestos a la exportación de soja, y
que los ingresos derivados del mismo se podrían usar para fortalecer la
agricultura familiar campesina. Propuesta que de hecho fue una iniciativa del
Frente Guazú en el Senado y que ha sido resistido por los lobbies de los
sojeros.
En referencia a los
puntos arriba mencionados, nos parece interesante destacar dos aspectos del
discurso de la senadora que derivan de sus referencias a lo popular, el derecho
a la tierra, la reforma agraria y la sostenibilidad de la agricultura familiar
campesina. Uno de ellos tiene que ver
con lo nacional-popular y “lo patriótico”. Ya se ha podido constatar que la
articulación de izquierda que la postuló como precandidata a la presidencia se
identifica como el “Ñemongeta (dialogo) por una patria nueva”. Al
contrario de movimientos progresistas más internacionalistas que se refieren al
sujeto-clase u otros como sujetos universales, el discurso de la izquierda
paraguaya tiene un carácter profundamente nacionalista y apela mucho a la idea
de que los sectores populares se defienden ante un capital internacional ligado
a la globalización, sobre todo el agronegocio, y que deriva en la compra de
tierras por agricultores empresarios extranjeros que desplazan a campesinos e
indígenas de sus tierras. Obviamente, dentro de ese esquema, lo étnico-cultural
entra a tallar de manera muy importante. El uso del guaraní como lengua
popular, de resistencia, y que cimienta la reivindicación de lo paraguayo
ante lo extranjero, es probablemente lo más destacable. Esta es una línea
discursiva que tiene un fundamento certero y concreto, sin duda, pero al mismo
tiempo puede ser vulnerable a posicionamientos nacionalistas que no
necesariamente tienen la misma agenda política.
La senadora abraza
este leitmotiv histórico de la izquierda, pero al hacerlo pierde visión
crítica, en opinión de este analista. Como muchos actores de la izquierda
latinoamericana, que abrazan la noción de lo “nacional-popular”, la precandidata
pierde capacidad de crítica de los regímenes políticos que son avalados con ese
discurso. Nos referimos a la incapacidad de la senadora de tomar distancia de
los autoritarismos presentes en países como Cuba, Venezuela y Nicaragua. Cuando
le preguntaron respecto a cómo calificaría al régimen de Maduro en Venezuela,
la senadora habla de que "ha tenido sus dificultades” y no va mucho más
allá de eso. El mismo Fernando Lugo, en una de las reuniones del “Ñemongeta”,
habló de los regímenes progresistas de Latinoamérica y no estableció ninguna
diferencia entre las izquierdas o progresismos democráticos y las izquierdas
autoritarias, poniendo a Nicaragua y Chile en el mismo grupo. Esto puede ser
visto como una falta de profundización y actualización en el mejor de los
casos, o un posicionamiento relacionado al antiimperialismo latinoamericano de
viejo cuño que hace una traslación de lo nacional-popular paraguayo al
nacionalismo latinoamericano de manera acrítica.
El otro aspecto
relacionado con el tema de la tierra y la agricultura familiar campesina que
nos parece interesante comentar, es que en el caso de Esperanza Martínez se
nota un énfasis en lo ambiental, pero, no sólo desde la perspectiva de subsanar
los impactos ambientales negativos, sino también como parte de un
posicionamiento de apoyo a las necesarias transformaciones estructurales que se
requieren para hacer la transición a un desarrollo sostenible. Un posicionamiento
en el que influye mucho el hecho de que para “Ñemongeta por una patria nueva”, es
necesario hablar de “justicia social y ambiental”, por contraposición al modelo
extractivo del agronegocio que ha difundido el uso de agrotóxicos y los
transgénicos, y ha permitido el avance desmedido de la deforestación. Fenómeno
este último que choca con el objetivo de conservación de las tierras ancestrales
de los pueblos indígenas. Es también
dentro de ese marco que se hace referencia a la necesidad de un modo de
producción agrícola familiar campesina que abrace las técnicas de producción
agroecológica, libre del uso de agrotóxicos, con un tratamiento del suelo que
dé paso a una producción sostenible y diversificada.
En su visión de la
situación deseada Esperanza Martínez deja entrever un ideal largamente debatido
en el país. Nos referimos a un proceso integrador que vincula la producción
agroecológica familiar campesina con el sostenimiento de la autosuficiencia y
seguridad alimentaria del país, y que al mismo tiempo encarrila la economía rural por la senda
de mayor valor
agregado a los productos alimenticios, mediante un procesamiento manufacturero
que brinde oportunidades de empleo de calidad. Todo ello en sustitución de la importación de alimentos, en un país que se considera a si mismo como
potencial “granero del mundo”, pero en el que se estima un 10% de la población
sufre hambre.
Demás está insistir
que esta visión, es nada más una visión movilizadora. Su concreción es incierta
y en el discurso de la senadora se hacen solamente los señalamientos más
generales. El componente tecno-político capaz de desarrollar el conjunto de
políticas públicas que se requerirían para llegar al modelo de integración
arriba mencionado se ha topado y se seguirá topando con una serie de
dificultades y desafíos.
Un siguiente e
importante componente del discurso de Esperanza Martínez es el que se refiere a
la salud. Siendo salubrista y habiendo fungido como ministra de salud durante
el gobierno de Fernando Lugo, es natural que la senadora pueda explayarse con soltura
al tocar este tema. De hecho, la experiencia de gestión pública a la que ella
recurre para dar explicaciones de cómo pretende trabajar en el caso de ocupar
una función en el Ejecutivo proviene de sus años en el ámbito de la salud
pública. En ese sentido, la senadora siempre insiste mucho en que la gestión
pública depende de la formación y el fortalecimiento de los equipos de trabajo.
Que el liderazgo más efectivo es aquel que sabe valorar los aportes de los
miembros de esos equipos y que tenga a bien encaminarlos hacia un trabajo
coordinado.
El modelo de salud pública
al que Esperanza Martínez hace alusión cuando plantea su propuesta al país, es el
sistema de salud español. Un sistema sanitario público dividido en dos grandes
pisos: el de atención primaria y el de atención especializada. Es el mismo
modelo que inspiró su gestión al frente del Ministerio de Salud, cuando se
fortaleció y amplió el número de las llamadas Unidades de Salud Familiar (USF),
encargadas, justamente, de brindar dicha atención primaria, dejando el sistema
de hospitales regionales para la atención especializada y de mayor complejidad.
Es en el marco de esa asistencia primaria en la que también ubica las farmacias
populares.
El sistema de salud
público de España se financia con los ingresos tributarios del Estado y todo
ciudadano con un número de seguridad social y una tarjeta de salud tiene acceso
a él, siempre y cuando sea residente o nacional del país y esté pagando sus
impuestos. Hay un régimen especial para extranjeros no residentes con
prestaciones más limitadas. La senadora no aclara mucho el tema del
financiamiento que propone para el Paraguay, pero habla de retomar la
iniciativa del gobierno de Fernando Lugo de haber introducido la salud gratuita
en los establecimientos de salud del Estado. Con esa experiencia se eliminaron
los aranceles, con un impacto muy importante en el acceso y adherencia al
sistema de salud público. Sin embargo, quedan muchas dudas respecto de hasta qué
punto la gratuidad de salud es sostenible con el régimen tributario existente
en Paraguay. La senadora habla de la
importancia de un aumento en el impuesto al alcohol y el tabaco, y alude a la
necesidad de una reforma de sistema tributario, pasando del esquema regresivo
actual a un sistema progresivo. Sin embargo, no se logran poner los puntos
sobre las íes en lo que concierne a la capacidad del sistema de salud pública
de ofrecer el tipo de prestaciones que ofrece un sistema tanto más desarrollado
como es el español.
Es probablemente la
existencia de regiones sanitarias en el sistema de salud de Paraguay lo que ha
inspirado a la senadora para hacer suya una propuesta de desarrollo con enfoque
territorial en la que se vislumbra la conformación de regiones, en parte basado
en el artículo 160 de la Constitución Nacional que habla de la posibilidad de que
“los departamentos podrán agruparse en regiones, para el mejor desarrollo de
sus respetivas comunidades”. Esta es una propuesta muy parecida a la planteada
por la precandidata Kattya González. Es probable que ambas se hayan
familiarizado con algunos de los estudios realizados por CADEP (Centro de
Análisis y Estudios de la Economía Paraguaya). Tales estudios adelantan
posibles regiones, en base a sus características geográficas, sociales
y económicas. Se habla de una región de frontera más dinámica, de otra región de
frontera de menor de dinamismo, de una región metropolitana alrededor de la Capital,
de una región de departamentos en transición, y así sucesivamente. Ambas precandidatas
coinciden en que el concepto de región es más adecuado para hablar de planes
territoriales por el tema de que con estas se logra alcanzar mayor escala que
la que pueden ofrecer los municipios y los departamentos, que son las dos
unidades administrativas subnacionales con las que cuenta el país.
4. 4. Un tono para cada espacio:
Finalmente, es
importante recalcar un aspecto del discurso de Esperanza Martínez que llama la
atención. Cuando uno investiga las
intervenciones que la precandidata hace en los medios de comunicación masiva
dirigidos al público en general y las compara con las intervenciones que hace
en las reuniones del “Ñemongeta por una patria nueva” o para medios más
progresistas, como El Surtidor, se nota muy claramente que hay temas que se
tratan de una manera en el ámbito interno y de otra manera en el ámbito
externo. La racionalización que hace la candidata con respecto a estas
diferencias es que una cosa es el desarrollo de las propuestas en el seno de
los grupos de la izquierda y otra el aporte que hacen esos mismos grupos con el
fin de fortalecer una propuesta de la Concertación.
La precandidata es muy
consciente que la posibilidad de cambio de gobierno es mayor si se unen las fuerzas
políticas opositoras, y por ello, siempre manifiesta su apoyo a un acuerdo
político más amplio en el que se puedan lograr consensos más generales,
aceptables para un arco más diverso de puntos de vista y posicionamientos
políticos. Como todos los otros precandidatos, la senadora argumenta la
necesidad de un proceso formal para llegar a acuerdos, postulando un dialogo programático,
pero, lastimosamente y pesar de las buenas intenciones, no parece haber en la “política
tradicional” suficiente apego al diálogo y la negociación programática. Esta “política
tradicional” - por carecer de mejor término - prefiere manejarse sin
referencias a un texto demasiado comprometedor y, en consecuencia, agrega incertidumbre
y tensión dentro de la Concertación. Esta
ha sido una de las críticas que ha hecho la izquierda a la Concertación y es un
fenómeno que debilita la postura de la misma de exprecandidata de mantenerse
dentro de ese acuerdo. El desafío es ahora ver si se puede recomponer una base
de negociación más estructurada, que logre contener a todos los actores.
Fuera de las descripciones, las opiniones del analista merecen ser discutidas con mayor amplitud ideopolitica.
ResponderBorrar¿'mayor amplitud ideopolítica? Aclaración por favor.
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