Las elecciones municipales, en Asunción, 2021
El domingo 10 de octubre se elige intendente y
concejales en Asunción, Paraguay. Las esperanzas que la próxima administración
municipal, sea del color que sea, pueda lograr cambios significativos en la
situación de la ciudad capital son limitadas. Fundamentalmente porque la administración
municipal está en una pésima situación financiera y es incapaz de realizar los
grandes proyectos que se requieren. Además del hecho que nada de gran envergadura
se puede emprender sin un enfoque territorial que combine los esfuerzos de toda
el área metropolitana, incluyendo a los municipios colindantes. Tampoco se
puede vislumbrar nada de gran impacto sin la colaboración de un conjunto
importante de entidades y ministerios del Gobierno Nacional. Desde un punto de
vista racional, podemos decir que el derecho a la ciudad, meta que ha eludido
al capitalino por décadas, no es probable sin ese enfoque territorial y
articulador.
Los logros de la administración no se podrán
medir, pues, desde una perspectiva de “grandes impactos”, sino serán sobre todo
asequibles desde la perspectiva de la reversión de la hecatombe, por decirlo en
tono grave. Hay muchas pequeñas cosas que a lo mejor se pueden mejorar. Frenar
la epidemia de accidentes, sobre todo de motociclistas y jóvenes que se estrellan
sin casco. Regar las plazas y parques, digitalizar la recepción de planos de
viviendas y edificios, reducir la nómina de empleados, empezando por aquellos
llamados “planilleros”. Entre otros temas.
Da la impresión de que es por la escasa
relevancia que tiene la administración municipal capitalina que la campaña electoral
no concitó el interés de las dirigencias políticas nacionales. La elección de
las autoridades municipales de una capital suelen ser un punto de atención
importante para las diferentes fuerzas políticas nacionales, y, por ende, sus
reverberaciones suelen alcanzar el nivel nacional. Sin embargo, en Paraguay,
este fenómeno no se ha dado en el grado en que se da en otros países de la
región, por ejemplo, la alcaldía de Bogotá, o la intendencia de Montevideo. Los
candidatos a intendente han hecho su lucha en solitario, se puede decir, acompañados
por las campañas de concejales que han estado marcadas por una explosión de “mini
alternativas”, algunas más interesantes que otras; todas poniendo sus esperanzas
en un nuevo sistema de votación que permite hacer una opción preferencial
dentro de las listas partidarias, de manera que una persona en la posición “x”
de la lista puede subir en la preferencia si consigue suficientes interesados
en su candidatura.
La baja intensidad de las campañas electorales
se vio sacudida en la última semana, cuando gracias a una gestión hecha por la
candidata de centro-izquierda Johanna Ortega (Asunción para Todos) la justicia
conminó a la municipalidad de Asunción a hacer pública los usos de fondos
especiales para el combate del COVID y ahí saltaron una serie de gastos dudosos,
con proveedores ligados a las autoridades municipales, afectando así al
candidato del Partido Colorado, Nenecho Rodriguez.
La alianza opositora de centroderecha, Juntos
por Asunción, que propone al candidato liberal Eduardo Nakayama, aprovechó la
coyuntura para replantear con ímpetu la diferencia entre su propuesta de una
gestión no corrupta, al de una gestión del Partido Colorado, corrupta. Con ello
se quiso revivir el sentido del rechazo a la corrupción que moviliza a la
ciudadanía y que podría darle un giro a las tendencias que planteaban una
ventaja hacia mediados de septiembre a favor del candidato del Partido
Colorado.
La posibilidad de diferenciarse de esa manera y
sobre la base de un escándalo actual y que impactó a la opinión pública le cayó
muy bien a Eduardo Nakayama. Sobre todo porque no es que tenga muchos otros
puntos de diferenciación. Si bien él no ha sido un candidato que ahonde mucho
en sus propuestas, en el fondo comparte muchos de los elementos neoliberales y
conservadores que caracterizan al Partido Colorado, con la diferencia que este último
lo hace desde una posición de control prebendario del aparato estatal, mientras
que Nakayama es más bien representativo de un sector privado que se pretende
renovador, eficiente y eficaz.
Lastimosamente ese aprovechamiento de la
coyuntura encendió el encono con la centro-izquierda, que con razón alega que
la alianza no tuvo la decencia de reconocer que el mérito por destapar la olla le
correspondía a su candidata Johanna Ortega.
Todo ello hace que en la elección del domingo
se vayan a expresar diferentes procesos. Por un lado se expresará el voto duro
de los partidos tradicionales; aquellos que se comportan por razones identitarias,
de ser colorado o liberal. ¿Cuán duro será ese “voto duro”? A partir de ahí se empezarán a dibujar los
márgenes que definen mayorías. Si habrá un electorado colorado anticorrupción
que quedó desilusionado con el escándalo o que ve otros casos similares en el
país, y que, por ende ejercerá un voto castigo. Por otro lado, si el voto
opositor se verá afectado por las desavenencias entre el centro y la
centro-izquierda que se agudizaron en la última semana y se dividrá. Si habrá
un voto premio para Johanna por haber destapado la olla o no. Todos estos márgenes
se verán potenciados si sube o baja la participación, sin duda. Finalmente, veremos
también si la ciudadanía ha comprendido el mecanismo del voto preferencial y se
puedan observar subidas de candidatos y candidatas nuevos y jóvenes que puden
significar un cambio en la cultura política del país.
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