Izquierdas y post-izquierdas
La izquierda popular, la representada por Castillo, se opone al
matrimonio igualitario, al aborto y a la fluidez de género, mientras que la
izquierda progresista, la de Juntos por el Perú, tiene un fuerte componente feminista,
apuesta por la justicia social y se apoya en sectores de las clases medias
urbanas.
¿Cómo formar alianzas?
Este evento trae a colación uno de los principales avatares de la
política actual, sobre todo en el campo progresista. ¿Cómo formar alianzas y
obtener mayorías electorales? El ejemplo de las diferencias en torno al género
y la salud sexual y reproductiva es sólo un punto, de tantos otros. Hay
posiciones discordantes respecto al nacionalismo o internacionalismo, laicismo
vs secularismo, proteccionismo vs libre mercado, migración, entre otras.
Estas diferencias, hacen que el mayor desafío para la izquierda no sea
solo resolverlas, sino mantenerlas en un campo magnético común que podamos
llamar “la izquierda”. El polo de atracción de dicho campo no debería ser
necesariamente concebido como un todo armónico e integrado, sino que puede
albergar tensiones y diferencias.
Perú es solamente un ejemplo. La coexistencia de un apoyo a políticas
económicas y sociales progresistas y el apego a un conservadurismo moral y
religioso marcará durante un buen tiempo la interpelación populista de
izquierda en América Latina. En otras regiones los dilemas no son iguales, pero
guardan similitudes.
Un ejemplo es el debate europeo en torno a la interpelación de la clase
obrera y los incómodos posicionamientos a los que ello lleva en términos de
nacionalismo xenofóbico y antiinmigrante. El precio que se paga, dicen algunos,
es que cuando no se es capaz de articular estas contradicciones, el pueblo se
termina volcando a los Trumps y Bolsonaros del mundo.
Descolgarse de las grandes
narrativas
Ante semejante disyuntiva, han emergido voces dentro de la izquierda
que han hecho un llamado a descolgarse de las grandes narrativas sobre pujas
entre una “izquierda” y una “derecha”. Esta es una campaña más posmoderna, que
habla del fin de las grandes narrativas sobre dirección general del Estado y
enfoca la atención en los temas concretos de la política pública.
Este grupo parecen estar albergando a políticos de izquierda como Iñigo
Errejón de Más País, en España, que sin querer quitarle mérito a las grandes
narrativas sobre el horizonte normativo, insiste en la importancia de una
praxis política temática, enfocada en problemas y soluciones de política
públicas concretas, relacionadas con el cotidiano de la gente. En comentarios
sobre la derrota de Pablo Iglesias en las recientes elecciones de Madrid, se
refería a su insistencia en atacar al fascismo de Vox, en lugar de aterrizar en
lo concreto.
Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, también parecería transitar por
esa vía de cara a las presidenciales francesas del 2022 al decir que quiere
“trabajar con lo real”, argumentando que el electorado ya no es partisano, sino
que prefiere decidir sobre temas concretos y qué compromisos debe asumir el
político. No obstante, la alcaldesa confiesa su desazón con respecto a la caída
de narrativas históricas con las cuáles se siente identificada, pero que ya no
resuenan en la gente.
Priorizar lo concreto
Evidentemente, esta línea de priorizar la atención en lo concreto y a
lo propositivo-práctico florecerá en ciertos ambientes, pero en otros no
logrará ser la única o más importante solución. Probablemente, porque la
política está llamada a responder a dos grandes exigencias. Por un lado, la presentación
de “una historia” con un valor arquetípico donde una porción importante de la
población se encuentra a sí misma y sea capaz de relacionar esa historia con su
propio sentir. Por otro, por la exigencia de ofrecer soluciones concretas a
problemas reales como el hambre, desempleo, deuda, déficit, corrupción, etc.
Es posible que una de las principales inspiraciones sobrevenga cuando
se alcance la coherencia entre esa “historia” y las soluciones propuestas.
Pero, esto no es lo usual. Hay liderazgos que se basan en grandes narrativas,
pero no ofrecen soluciones, que podría ser el caso de Pedro Castillo en Perú. Y
otros que pueden perderse en un listado de soluciones sin una noción del fin más integral ,
como podría ser el caso de Sergio Fajardo en Colombia.
Lo que puede ayudar a los liderazgos mantener un mejor enlace entre la gran narrativa y las medidas concretas es que los mismos cuenten con una referencia política. Una función que los partidos políticos solían proveer con su experiencia, ideas, intelectuales e institucionalidad. Sin embargo, hoy por hoy, la figura del partido político también está en plena mutación, por lo que se tiene que buscar otros tipos de referentes. Hay conjuntos más diversos que pueden conectar a los liderazgos con un horizonte normativo más sólido, compuesto de convicciones argumentadas con ahínco y ciencia. De otro modo, nos quedaremos con la fluidez y fragmentación de las redes y liderazgos sin referencias sólidas, envueltos en la comunicación efectista, con ribetes neo-caudillistas, personalistas y autocráticos.
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