Las elecciones en Bolivia y la izquierda latinoamericana - Esteban Caballero


Escribimos este artículo el sábado 26 de Octubre 2019, hacia el final de lo que se dio en llamar el “super ciclo de elecciones”[1]. Este super ciclo aludía a los 14 países de 18 que celebrarían elecciones nacionales desde Noviembre del 2017 (Chile y Honduras) hasta las tres últimas que se desarrollan este mes (Bolivia, Argentina y Uruguay), cerrando en 2019. Para la izquierda latinoamericana (en un sentido muy amplio) el resultado que arrojó dicho ciclo ha sido en general negativo. Las subidas de Piñera, Bolsonaro, y Duque, dieron claras señales de una “derechización” de las opciones políticas. En el caso de Brasil el giro fue dramático e impactante. La pregunta que se hace la izquierda es si Bolivia, Argentina y Uruguay van a poner un alto a este proceso de derechización, dando paso a la continuidad de los gobiernos de el MAS y el Frente Amplio, y permitiendo el retorno de una versión sui generis del kirchnerismo en Argentina.

Las expectativas con respecto a Bolivia eran y siguen siendo importantes. El gobierno de Evo Morales representa la sobrevivencia de la izquierda del ALBA. Sin embargo, aunque su  retórica era de solidaridad con Venezuela y Nicaragua, el modelo del MAS, su gestión económica y social se diferenciaba de ellos, con impactos positivos que sigue manteniendo en marcha, a pesar del difícil clima económico global. Esos resultados eran reconocidos por actores y agentes que no necesariamente comulgaban con el discurso del Presidente Evo Morales. Todo ello contrastaba con la hecatombe venezolana y la crisis nicaragüense que han desprestigiado de manera tan apabullante un significante central de la izquierda, el vocablo “socialismo”. Estos factores propios de la realidad boliviana hacían que para la izquierda era importante que los que habían manejado la cosa pública en el país andino tuviesen la oportunidad de continuar.

Desafortunadamente, todo iba bien con las elecciones bolivianas, hasta que de manera inexplicable el Tribunal Supremo Electoral no proporcionó más información, justo cuando crecía la expectativa de conocer los nuevos resultados del llamado TREP (Transmisión de Resultado Electorales Preliminares) y surgieron nuevos resultados 24 horas más tarde con una tendencia clara en la que Evo Morales ganaba en primera vuelta por un margen muy estrecho, tendencia que no había sido la verificada por el TREP el día anterior. Qué sucedió? Esta es la pregunta clave y que merece la respuesta más informada y transparente posible. El planteamiento de una auditoría electoral y las concesión que ha hecho el propio Evo Morales a que estaría dispuesto a una segunda vuelta si así lo plantea la auditoría son en estos momentos temas técnicos-electorales que pueden hacer un mundo de diferencia para la izquierda. En Bolivia pueden suceder muchas cosas, pero una que no favorece la izquierda en el largo plazo es que el MAS continúe en la Presidencia con un duda sobre estas elecciones. Independientemente de que  Comunidad Ciudadana, el nuevo movimiento político que aglutina a diferentes fuerzas opositoras, bajo el liderazgo de Carlos Mesa , use el discurso del “fraude” electoral[2] como herramienta de presión política, es menester darle a la auditoría todos los apoyos necesarios para que no quepa duda de su dictamen.

Este es un tema que rebasa los límites del país Bolivia. Uno de lo pilares de la izquierda debe ser la institucionalidad y el respeto sin reservas a la voluntad expresada  en las urnas, garantizada mediante sistemas y procesos electorales limpios, eficaces y eficientes. Los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba, lastimosamente, corroyeron este pilar indispensable, junto con la manipulación de las instituciones, la distorsión de la separación de poderes, la corrupción y la represión. Tal decadencia ha tenido un efecto tremendamente adverso a un proyecto progresista y transformador que obtenga la adhesión de la ciudadanía. Si este fin del super ciclo de elecciones pretende ser un alto a la derechización,  debe serlo con esa ética política democrática firmemente empotrada en el ADN de la dirigencia. Es probable que ni en Argentina ni en Uruguay se corra el riesgo de lo sucedido en Bolivia, aunque quizás tengamos también doble vuelta. En ese sentido,  justamente, el MAS debería, en cuanto a institucionalidad democrática se refiere, estar más cerca de las izquierdas democráticas que construyen hegemonías  respetando el Estado democrático de derecho, que de las malas costumbres del ALBA.


[1]  Ver https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2017/12/12/el-super-ciclo-electoral-latinoamericano/
[2] Ver Fernando Mayorga, “Crisis política e institucional en Bolivia”, Agenda Pública, El Pais.

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