Giorgia Meloni en el Consejo Atlántico
El discurso político de Giorgia
Meloni es interesante porque representa el “ala moderada” de la extrema derecha
europea. Según la revista Nueva Sociedad, la presidenta es identificada como
una dialoguista que busca acercar a la nueva derecha europea a los partidos
conservadores más tradicionales. Este gesto se ha constatado, sobre todo, a
nivel europeo, donde Meloni ha entablado un diálogo fluido con Úrsula von der
Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea, y promovido mesas redondas con
los miembros del Partido Popular Europeo.
Al surgir como presidenta de
Italia, Giorgia Meloni calmó las aguas diferenciándose de sus pares de la nueva
derecha en otros países y en el suyo propio, declarando su disposición a
trabajar en el marco de la Unión Europea y expresando su compromiso de apoyar a
la Alianza Atlántica en la defensa de Ucrania contra la agresión rusa. Estos
dos posicionamientos contrastan con los de políticos europeos que ofrecen una
visión mucho más crítica de la UE, como fue el caso de uno de los aliados
actuales de la presidenta en Italia, Matteo Salvini, o el presidente de
Hungría, Viktor Orbán. Después del episodio traumático del Brexit, y con la
guerra de agresión contra Ucrania en curso, el hecho de que Giorgia Meloni haya
contemporizado con la UE y la OTAN calmó las inquietudes generadas por el
ascenso de la extrema derecha en Italia.
El tema central del discurso de
Giorgia Meloni en general es la identidad. Una identidad amenazada. En la
ceremonia de entrega de los premios del Consejo Atlántico, ella presentó dicho
argumento en términos de la identidad de Occidente. Argumentó, con o sin razón,
que Occidente estaba débil, preso de una suerte de decadencia anímica que lo
hacía vulnerable ante las amenazas que acechaban a sus puertas. Hizo un repaso
de fenómenos como el crecimiento del autoritarismo, la multipolaridad y la
emergencia del Sur Global como síntomas de los cambios globales, ante los
cuales Occidente debe sentirse fuerte, confiado y no dejarse amilanar por los
nuevos equilibrios. Se refirió a los peligros de la “oicofobia”, el desencanto
o el desapego hacia su propia casa o lugar, como una de las mayores amenazas
que acechan al espíritu occidental, que se nutre, dice ella, de la filosofía
griega, el derecho romano y el humanismo cristiano.
Meloni también enfatiza el valor
de la democracia como parte sustantiva del animus de Occidente y menciona la
dignidad de la persona, el carácter secular del Estado y la igualdad entre
hombres y mujeres, ambos con derecho a ser libres. Aun así, la centralidad de
lo identitario en el discurso político siempre acarrea importantes riesgos en
términos de inclusión y exclusión. Es muy difícil hablar de Occidente y de sus
raíces culturales más profundas en términos identitarios sin caer en una suerte
de etnonacionalismo, en el que solamente los europeos de ascendencia blanca y
cristiana son considerados portadores de la cultura de Occidente.
Hay que, en todo caso, invertir
la lógica. Los valores de democracia, libertad, dignidad de la persona,
igualdad de género, no tienen un lugar fijo. A esta altura de la historia, son
valores que forman parte del patrimonio universal, contra las tiranías que hay
en todas las geografías, en todas las razas y etnias. Más que de una identidad
comunitaria, de un lugar, de una raza o etnia, tendríamos que hablar de una
identidad “ideíca” (no existe la palabra) a la que se suman nacionalidades,
etnia y personas de múltiples culturas. Es una invitación a pensar y razonar de
un determinado modo, no un patrimonio cultural exclusivo.
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