La crisis de confianza
En la Audiencia Pública sobre un proyecto de ley que
garantiza la continuidad, financiamiento y ejecución de programas estratégicos,
convocada por el Congreso, el viceministro de administración y finanzas del
Ministerio de Economía y Finanzas, Oscar Lovera, dijo con cierta resignación
que “por más que yo les diga, les jure, les prometa no me van a creer”. Se
refería a la intención del Gobierno de no fallar en el financiamiento público
del Arancel Cero para estudiantes universitarios de bajos recursos, uno de los
7 programas que venían siendo financiados por el Fondo Nacional de Inversión
Pública y Desarrollo (FONACIDE) y que ahora se proyecta serán garantizados por
el tesoro o la llamada fuente 10, es decir, los ingresos públicos obtenidos a
través de la recaudación tributaria.
Las dos autoridades principales que acudieron a la
audiencia, el arriba citado y el viceministro de educación superior, Federico
Mora, presentaron muy buenas argumentaciones sobre el compromiso del Gobierno
de blindar el financiamiento de los 7 programas estratégicos que recibían
fondos de la binacional de Itaipú y ahora pasarían a ser solventados por el tesoro.
Alegaron que la promesa del Gobierno es que el presupuesto destinado al Arancel
Cero se categorizará como “gasto prioritario” de primer orden en el presupuesto
nacional. Así, no sería ni reprogramado, ni dejado sin ejecutar.
La pregunta que nos planteamos es ¿por qué las buenas
argumentaciones de dos viceministros capaces y que conocen su materia no logran
generar confianza y adhesión? La respuesta tiene una serie de derivaciones.
Una, muy profunda, tiene que ver con la hipótesis aquella de la debilidad de la
confianza como factor que sirve de cimiento para construir proyectos más
colectivos, de Estado y de sociedad, en Paraguay. En el caso del Estado en
particular, es evidente que los múltiples actos de corrupción, favoritismo y
usufructo del poder político para beneficiar intereses particulares han
socavado la capacidad de los gobiernos (no sólo el actual) de generar
credibilidad.
Por más que los viceministros quieran diferenciarse,
con un discurso tecno-burocrático basado en evidencias, que puede ser sincero,
siguen empantanados en ese contexto general de desconfianza. Se trata de una
base real y perniciosa que ya ha afectado al mismo Gobierno de Santiago Peña y
que este mismo gobierno ha alimentado con la bicefalía Cartes - Peña, silencios
cómplices y derroteros abruptamente cambiados. Hace tan sólo unos días, la
Encuesta de Opinión divulgada por Ati Snead consultores indicaba que el nivel
de confianza del presidente Santiago Peña ha bajado de 72.8% en agosto 2023 a
18.4% en marzo 2024. Esa confianza se ha transmutado y convertido en “alguna
confianza” (44.7%) o, peor, en “ninguna confianza” (29,7%).
Es muy importante hacer una lectura correcta en esta
coyuntura. En ese sentido, nos ha de llamado la atención lo expresado por el
viceministro de educación superior en el programa de Enrique Vargas Peña,
cuando este le pregunta, después de la audiencia pública, ¿y ahora qué? El
viceministro argumentó que para él el debate sobre el Arancel Cero estaba
saldado y que esperaba que el Consejo Superior Universitario finalice el paro y
los estudiantes vuelvan a las aulas. Eso no sucedió del todo. El Consejo se alineó,
pero el retorno al aula esta y se ha seguido insistiendo en un debate sobre
garantías para el financiamiento de los programas afectados por la derogación
del FONACIDE y el Fondo para la Excelencia de la Educación y la Investigación
(FEEI).
Esto nos induce a pensar que la construcción de la
confianza y la adhesión, en la actualidad, pasa por un proceso más largo, que
no se puede cifrar en el uso de la mayoría parlamentaria solamente. Ese uso (y
abuso) de la mayoría está generando grietas, por lo que no se debería
despreciar la idea de un compromiso con una ley de garantías y blindaje, en
dialogo social y con la participación de la oposición. Esto no sería un signo
de debilidad, sino una manera de diferenciarse de parte de esa capa
tecno-burocrática que argumenta querer hacer bien las cosas.
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