El costo del patronazgo
El sociólogo Max Weber utilizaba el concepto de “patronazgo” para caracterizar un sistema político en el que los partidos buscan obtener poder y ocupar puestos administrativos para beneficiar a sus propios miembros. El “patronazgo” era visto como una forma de distribución de poder y recursos que beneficia a un sector. El concepto está estrechamente vinculado al llamado “patrimonialismo”, donde determinados grupos se apropian del Estado y lo administran en función de sus intereses particulares. Hoy por hoy, la prensa nos acaba de confirmar la presencia de dicho patrimonialismo en la administración del poder legislativo, con la contratación de familiares. Sin embargo, ante esos sucesos, quisiéramos ampliar un poco la mirada y ahondar en algunos aspectos más profundos del patrimonialismo y el patronazgo.
Huelga señalar que el patronazgo paraguayo está muy
ligado al ejercicio del poder del partido colorado (ANR), aunque no es una
práctica exclusiva de la ANR. Es un rasgo de la cultura política del país. La
cuestión es que la ANR ha sido el partido predominante durante los últimos 70
años. Ello le ha permitido cimentar una capacidad de distribución de poder y
recursos mucho mayor que cualquier otro partido, constituyéndose esta en una de
sus grandes ventajas competitivas.
Si bien ese ejercicio del poder tiene relación con
favorecer a los miembros del partido, hay mediaciones importantes. En ese
sentido, podemos mencionar por lo menos tres. Una, el factor parentesco. La
distribución de recursos y poder a nivel más micro se organiza tomando en
cuenta los clanes. Ciertas familias controlan ciertos espacios territoriales y
administrativos y así ubican a “los suyos”. Los afiliados son pues pasados por
el filtro de sus relaciones de parentesco. Una segunda mediación es la
pertenencia a un determinado espacio socio-geográfico. Se favorece a los
compueblanos. A veces, inclusive, el parentesco y el factor de ser compueblano
pueden tener ascendencia sobre la afiliación partidaria. Finalmente, hay una
tercera mediación, la pertenencia o no al movimiento interno dominante, o si se
es leal o no al líder del partido.
Sin embargo, hay también que enfatizar que aun siendo
el patrimonialismo y el patronazgo un rasgo importante de la administración del
Estado, no se puede aseverar que ese es el único sistema de selección de
personal o contratación del sector público. De hecho, una de las tensiones
existentes actualmente en el Estado es la convivencia de aquellos que entran
por mérito y aquellos que entran por favoritismo. Dejar que el patronazgo sea
el único factor conduciría a un deterioro casi catastrófico de la gestión pública.
La implementación de las políticas públicas y, eventualmente, el desarrollo del
país, se verían amenazados. Por eso decimos que el patronazgo tiene un costo,
aquel que se expresa en oportunidades perdidas. ¿Cuánto le ha costado al país
en términos de desarrollo, prosperidad y obtención de resultados el ejercicio
del clientelismo? Esta es una consideración necesaria pues la política actual parece
tener como función permitir el patronazgo hasta el grado que le beneficie
electoralmente, pero moderarlo hasta el grado que le permita cumplir con las
funciones más técnicas del Estado.
El problema es que ese equilibrio de patronazgo y moderación
se está manteniendo con un pasivo acumulado en términos de rezagos
estructurales en cuanto a infraestructuras, calidad de los servicios y el
creciente peso que van teniendo en el gasto público los gastos corrientes.
Gastos que están en gran parte dedicados a financiar a un sector de la fuerza
de trabajo del país que se destaca por tener condiciones de trabajo mucho más
favorables que los trabajadores en el sector privado e informal. Si uno mira los
indicadores de trabajo decente, protección social, jubilación, etc., los
trabajadores del Estado son los que gozan de la seguridad. Ese hecho en sí no
es negativo, pero están como en una vitrina, exhibiendo una realidad a la que
todos deberían acceder. Y, sobre todo, son pasibles de ser vistos como los que
han tenido el mérito de llegar a ocupar esas posiciones o simplemente como los
que han sido “favorecidos” por el patronazgo.
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