Los vaivenes del MERCOSUR y la Unión Europea
La elección del presidente de Paraguay, Santiago Peña,
coincidió con el retorno político del presidente Luis Ignacio da Silva, Lula. Los
dos personajes comparten una impronta muy particular, la de la diplomacia
presidencial. Lula retornó a la palestra mundial con enorme ímpetu en lo que se
refiere a las relaciones internacionales. En cierto sentido se hizo eco y
amplificó la expresión utilizada por el presidente Biden en su discurso
inaugural: “Estamos de regreso”. Efectivamente, al cabo de pocos meses nadie
podía dudar que el Brasil estaba de regreso, desempeñando un rol destacado en
el concierto de las naciones, con sus luces y sus sombras, ciertamente. El caso
de Santiago Peña es distinto porque se trata de un país mucho más pequeño y de
menor peso en el contexto internacional. Sin embargo, sus intervenciones han
puesto el país en el mapa y hasta han ocasionado sorpresa entre sus vecinos,
acostumbrados a un rol de más bajo perfil. El nuevo sello que está queriendo
dar el presidente paraguayo a su política exterior marca una diferencia. Hay
que ver cuál será el impacto.
En diciembre de 2023, el Brasil le transfiere la
presidencia pro tempore del Mercosur al Paraguay. En vistas a ese
proceso de transición, el presidente Santiago Peña le ha recordado al
presidente Lula que el plazo para concretar el acuerdo con la Unión Europea
vence ese mismo mes y que si los europeos no se manifiestan con respecto a las
contrapropuestas referentes a los temas ambientales, el bloque debería
proyectarse hacia regiones como el Medio Oriente y Asia. El problema es que la
fuerza del presidente paraguayo para liderar ese cambio de perspectiva puede no
ser la requerida, ni vaya a encontrar el escenario más propicio. Nos referimos
sobre todo a que estamos ante una coyuntura en que, por un lado, las relaciones
entre las naciones hermanas del Mercosur no pasan por su mejor momento, y, por
otro, hay un contexto político argentino minado de incertidumbres.
Efectivamente, uno de los temas más actuales a nivel
regional es la disputa en torno al peaje que está cobrando la Argentina a las
embarcaciones que utilizan la Hidrovia Paraguay – Paraná, un peaje que es
rechazado por el Paraguay y los otros socios de la Comisión del Acuerdo de la
Hidrovía (Brasil, Bolivia y Uruguay). En
el marco de esa tensión, también saltó el tema del cobro de la energía de la
hidroeléctrica binacional Yacyretá que el lado paraguayo cede a la Argentina. El Paraguay ha puesto en la mesa la opción de
utilizar el 100% de su energía, en vez de cederle a la Argentina por una
compensación, ya que Buenos Aires no está honrando los pagos debidamente. Curiosamente,
en paralelo, la Argentina comenzó a retener camiones que transportan gas
licuado al Paraguay, dando señales de un escalamiento de la guerra comercial.
Aparte, el panorama político argentino se presenta muy
amenazante desde la perspectiva del Mercosur. El hecho de que el candidato ultraliberal
de La Libertad Avanza (LLA), que obtuvo el mayor porcentaje de votos en las
PASO, Javier Milei, sea un librecambista fervoroso es un claro indicador de que,
si llegase a ganar la presidencia, la idea de una unión aduanera imperfecta,
con un arancel externo común poroso, va a chocar frontalmente con dicha
ideología. Ello implicaría una nueva crisis a nivel del entendimiento de los
países sudamericanos, poniendo en jaque la capacidad del bloque de actuar como
conjunto en negociaciones de integración con otras regiones, como la Unión
Europea, o cualquier otro que quiera proponer el presidente Santiago Peña.
Sin duda, mucho de lo que acabamos de subrayar se irá
deshilvanando con el tiempo. Hay que ver si la UE responde en tiempo y forma,
primero. Si lo hace de manera satisfactoria el desafío para el Mercosur será
mayor. Se trataría de un acuerdo comercial histórico, en una época muy distinta
a la que predominaba hace 20 años, cuando se inició dicho proceso. Ninguno de
los gobiernos de la región, inclusive con un Milei en la presidencia de la Argentina,
podría descartar la opción fácilmente. La UE ha prometido no reproducir el
modelo extractivista, de simplemente explotar recursos naturales, sea este el
litio o la soja. Hay un acompañamiento con inversiones que buscan fortalecer
procesos de producción con valor agregado más complejos. Al mismo tiempo, los
sudamericanos han prometido utilizar sus propias regulaciones, de manera
soberana, para cuidar que la producción agroganadera no acreciente la
deforestación ni dilapide los sumideros del CO2. Si estas promesas son creíbles o no es otra
cuestión. En el caso paraguayo
el poderoso lobby agroganadero del país, ha manifestado reticencias respecto a
la cuestión medioambiental, el uso de agrotóxicos y la deforestación.
En todo caso, para el presidente Santiago Peña y su
diplomacia presidencial, la concreción del acuerdo Mercosur – UE lo obligaría a
marchar más al unísono con sus pares del Tratado de Asunción. Ello simplemente
porque, al firmarse un acuerdo con la UE, el mercado común del sur se
fortalecería y las cláusulas que impiden tratados de libre comercio bilaterales
adquirían mayor vigencia, quitándole así mayor autonomía al Paraguay o
cualquier otro. Así como fue el caso del proyecto fallido de Uruguay para
firmar un TLC con China, que declinó al final por respetar los reglamentos del
Mercosur.
Si bien mucho
depende de cómo se va configurando el espacio político regional, la posición de
Peña es delicada. Es el último presidente de Sudamérica que mantiene una
relación con Taiwán. Su relación con Estados Unidas se tensa de manera
intermitente por los programas anticorrupción de USAID en Paraguay, así como por la
designación de su mentor político y expresidente Horaco Cates como “significativamente corrupto” de parte del Departamento de Estado. Por otro
lado, una parte importante de la bancada de su partido quiso derogar un
convenio con la UE en base a argumentos falaces sobre la imposición de la
ideología de género en la educación.
Publicado en Latinoamerica21 7 de octubre 2023
Imagen: ver behance.net
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