Gustavo Petro, el discurso de la victoria
En su discurso de la victoria Gustavo Petro dio
varios mensajes que apuntan, justamente, en la dirección arriba mencionada. Lo
más destacable en ese sentido fue su llamado a conjugar dos términos claves: la
“justicia social” y la “estabilidad”. Con ello el candidato bosquejó su propuesta
de inversión social incluyente basada en una política tributaria redistributiva
como factores que contribuyen a la estabilidad y prosperidad económica del país
y el conjunto de la sociedad.
El desafío de Petro nos recuerda un concepto de Norberto Bobbio. Este habla en “Derecha e Izquierda”, de las varias aproximaciones que aún persistente discusión sobre las
derechas e izquierdas en la política, y nos remite a la idea del “tercero
incluyente”. Lo describe como una alternativa que va “más allá de los dos
opuestos, englobándolos en una síntesis superior”. En la Colombia polarizada,
donde se habla con encono y en tono áspero de las diferencias entre la derecha
y la izquierda, ese “tercero incluyente” es ahora una figura que Gustavo Petro
puede y debe ocupar.
Para que el candidato pueda ser visto como
capaz de ejercer ese rol, hay ciertas opiniones que vale la pena cuestionar. Varios
de los comentaristas de los resultados de la primera vuelta han hablado de que
ganaron dos candidatos “antisistema”. Este calificativo conspira contra el
hecho de que en realidad Gustavo Petro puede ser visto como un actor
articulador. Es “no tradicional”, pero conoce y tiene experiencia en el manejo
del “sistema” político colombiano. Haber sido constituyente avala su fuerte compromiso
con la Constitución del 91 y su apego al marco institucional de la república.
Aparte, Petro ha sido senador, concejal,
alcalde de la Capital. Su partido político, el Pacto Histórico, tendrá una
bancada importante en la próxima legislatura. Son equipos que han tenido que
negociar distintas leyes y propuestas con las otras fuerzas políticas del país.
Es decir, su discurso de tercero incluyente se complementa con el conocimiento,
la experiencia y el peso político como para llegar a convertir las alternativas
en consensos políticos. Esto lo diferencia profundamente de su oponente que no
tiene ni discurso, ni presencia política, ni experiencia, ni conocimiento.
Existen, no obstante, ciertos desafíos. El
Pacto Histórico se construyó con una fuerte base en los movimientos sociales. Estos
conforman la plataforma que lo sostiene en última instancia. Por ende, su
llamado a la justicia social no puede en ningún momento ser menoscabado, ni
puesto en duda, por los seguidores. No olvidemos que uno de los significados
del fenómeno Petro como alternativa es el desplazamiento de la seguridad como
tema central, marca distintiva del uribismo, a la priorización de la inclusión
social, sobre todo de los jóvenes, como legado de las protestas sociales.
En teoría, este desafío no debería ser tan
difícil de superar, si no fuese por la confusión, los prejuicios y las malas
intenciones. La cuestión es insistir en que Petro no representa una “izquierda
radical”. Es el contexto político-social del país y la región lo que lo hace “radical”.
Tal como lo ha dicho el candidato en varias entrevistas, en un contexto como el
europeo es probable que las propuestas concretas del candidato lo ubiquen
dentro del arco social demócrata o hasta de un tipo de liberalismo progresista.
El candidato ha repetido varias veces y firmados compromisos que no va
“expropiar”.
Al contrario de los intentos fracasados de la
coalición de centro, que quisieron atraer a la izquierda y la derecha a una
nueva propuesta, a Petro le toca jalar a la derecha hacia una comprensión más
acabada de los desafíos que enfrenta el país, desde una perspectiva progresista.
El tema es que los sectores tradicionalmente favorecidos por las fuerzas
políticas tradicionales se avengan a aceptar que Colombia no puede seguir con
los niveles de desigualdad que tiene, que no puede seguir con el mismo modelo
extractivista, que no puede mirar al otro lado ante la diversidad. Que en
Colombia y en América Latina no pueden seguir sectores de la población considerados
como Francia Márquez tan acertadamente ha denominado "los nadie”.
Sin duda, el más obvio e inmediato desafío que
tiene Petro es que se presenta ahora un contrincante distinto al previsto. Petro
se preparó para competir con “Duque 2”, pero surgió un Bolsonaro versión
colombiana, que se desplazó de Facebook y Twitter a Tik Tok, y que tiene dos puntales
muy conocidos en la región, el discurso de la anticorrupción y el de la anti
política. El primero es sumamente atendible y sin duda prioridad para hacer el
cambio, sobre todo en el caso de Petro, que necesita de una administración
eficaz, eficiente y transparente para poder ganar la confianza de aquellos que
dudan de su capacidad para transformar el país. Aquí es cuestión de salir a la palestra con un
claro menú de opciones concretas para tapar los huecos por los que pasa la
corrupción.
El segundo es más complicado. Petro ha logrado captar la ira de la gente con respecto a las
élites políticas y parte de su éxito estriba en haber tenido la capacidad de
ocupar ese espacio diferenciador. La
derecha va a intentar arrebatarle ese posicionamiento optando por el candidato
del llamado “populismo de derecha” y que vende la ilusión del cambio. El factor
central va a ser el comunicacional. Desde un punto de vista racional el
candidato Hernández es efectivamente “un salto al vacío”. Pero las fuerzas que
van a intentar embadurnar la racionalidad con artilugios argumentativos diversos
no cejaran, aun sabiendo que apeligra la institucionalidad democrática. Petro debe seguir insistiendo en que él representa
el verdadero cambio y puede ofrecer un real compromiso con la institucionalidad,
resaltando su experiencia en el manejo
del sistema, y, al mismo tiempo, desplegar una ingeniosa y picante estrategia
comunicacional en las redes que desbarate la proyección engañosa que se hace de
su contrincante.
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