Las debilidades demográficas de América Latina
Se le adscribe al filósofo francés August Compte la conocida frase de que la demografía es destino. En efecto, la demografía, con su mirada de largo plazo, nos muestra tendencias pasadas que sin darnos cuenta han transformado radicalmente la sociedad, y nos proyecta otras que con desapasionada objetividad trazan nuestro futuro. Hoy, queremos reflexionar sobre esas tendencias pasadas y futuras que afectan y afectarán la política, la cohesión social y la economía de la región de América Latina y el Caribe.
Un peso ligero en el contexto
demográfico global
Desde una perspectiva global, América
Latina y el Caribe no pesa mucho en términos de población. Su población total
en el 2020 se estima en 653 millones, comparable a la de Europa (747 millones),
pero sin el mismo poder económico. El poder adquisitivo de los latinoamericanos
es débil en términos comparativos y el atractivo de la región como mercado es
menor que el de regiones con poblaciones mucho mayores, desventaja que se irá intensificando
con el tiempo. Se espera, según datos de Naciones Unidas, que para el año 2050
la región llegue a su pico máximo de población (762 millones) para luego
empezar su declive demográfico.
Se estima que la tasa de crecimiento
de la población de América Latina y el Caribe, que en el quinquenio 2015-2020
fue de 0.94, sea para en el 2095-2100 de -0.46. Algunos de los países de la
región que presentan los mayores índices de reducción de población son Uruguay
o Cuba que para el 2100 tendría una tasa negativa de -0.85. Desde una
perspectiva comparada, vemos que en el 2100[1],
países como Etiopía y la República Democrática del Congo, contarían en el año
2100 con una población de 656 millones sumando los dos, prácticamente el equivalente
a toda Latinoamérica para ese mismo año. Esta situación puede entenderse como
una de sus debilidades demográficas. Sin embargo, no es la única. La debilidad
también tiene que ver con oportunidades que no pudieron ser aprovechadas del
todo.
El bono demográfico, una oportunidad
perdida
Actualmente casi todos los países de
la región tienen tasas por debajo de la llamada tasa de reemplazo, que se suele
cifrar en 2.1 hijos por mujer, en promedio. En 1950, la tasa de fecundidad
total para América Latina y el Caribe era 5.83 hijos por mujer, en el 2020 fue
de 2.05 y en el 2100 sería de 1.73. Este descenso tiene que ver con una
creciente capacidad de las mujeres y personas en general de decidir si quieren
tener hijos, cuantos y cuando. Un derecho reproductivo indispensable. Pero, es importante
también tomar en cuenta que a medida que la fecundidad deciende, la estructura
de edades cambia, provocando un paulatino envejecimiento de la población lo
cual implica nuevos desafíos, así como también nuevas oportunidades. Estas
últimas son las que en cierto sentido no supimos aprovechar del todo.
Si bien muchos países de la región aprovecharon y están aprovechando
parcialmente el llamado “ bono demográfico” — etapa en que la población en edad de
trabajar tiene menos dependientes a quien criar y cuidar y por ende mayor
capacidad de ahorro e inversión, generando así una dinámica económica positiva — no lo hicieron ni lo hacen de la forma más eficiente
Si los gobiernos hubiesen planificado
mejor esta ventana de oportunidad con políticas adecuadas, a lo mejor no
tendríamos tan bajas coberturas de educación secundaria, ni tan pobres
resultados en los aprendizajes, ni estaríamos viviendo el constante desempleo
juvenil. Esta oportunidad perdida, nos ha significado una segunda gran
debilidad demográfica. Debilidad esta que va acompañada de una tercera, la del
crecimiento de una población adulta mayor sin protección social.
El gran tema del envejecimiento es
que para el 2100 se proyecta que el 31% de la población total de ALC será mayor
de 65 años. Este es uno de los puntos más delicados, pues encuentra a una
región con sistemas de protección social débiles, inexistentes o en situación
financiera críticas. Según el Panorama Social 2020 de CEPAL, en 2019 sólo el 47.3%
de los ocupados (ojo, “de los ocupados”) estaban afiliados o cotizaban en un
sistema de seguridad social. Las
pensiones y la seguridad social han sido un tema electoral de crítica
importancia en los ciclos políticos pasados y seguirán aumentando de peso en
términos de impacto político.
El sistema de cuidados
Sería iluso pensar que ante esta
situación los sistemas de protección social puedan responder con altos niveles
de cobertura o que la informalidad y la explotación den paso a puestos de trabajo
decentes de forma súbita. Ambos aspectos van de la mano y son esenciales para
la cohesión social y la sostenibilidad, pero en el mediano plazo lo más probable
es que las familias y las comunidades sigan siendo los actores principales a la
hora de cubrir ciertas necesidades en la región. Esta es la cuarta debilidad
demográfica.
Hasta ahora, el cuidado y la
reproducción social han sido tareas no remuneradas ejercidas en gran parte por las
mujeres. Mucho del trabajo doméstico ha tenido que ver con la crianza y cuidado
de niños, así como el manejo de la organización doméstica. Pero, en el
horizonte se ve la creciente importancia del cuidado de los adultos mayores.
Esta será la tarea esencial y tiene características muy distintas al cuidado de
los niños, por lo que la necesidad de una corresponsabilidad de género entra como
factor gravitante. Sobre todo, si se piensa que, al liberar el uso del tiempo de
la mujer para cuidados, estamos también abriendo una oportunidad de generar
ingresos en el mercado laboral. Inclusive la propuesta del pago por el cuidado
en casa puede ser una opción de política social muy importante en esta
situación.
Finalmente, sólo nos queda esbozar
algunas estrategias de política públicas que se han apuntado en estos temas con
bastante frecuencia. Ante estas debilidades demográficas, los gobiernos de los
diferentes países de la región deberían incluir políticas de juventud centradas
en el desarrollo de capacidades de adolescentes y jóvenes, apuntando a su
creatividad, empleabilidad y emprendedurismo. También deberían desarrollarse
políticas de salud preventiva para una longevidad sana, con adultos mayores que
sigan aportando y sean independientes. Y son necesarios también pactos fiscales
que fortalezcan los sistemas de protección social, así como soluciones para el
cuidado con igualdad de género y fomento de los soportes comunitarios.
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Esteban Caballero es cientista
político, profesor del Programa de la FLACSO en Paraguay y consultor en
planificación estratégica. Ex director regional para América Latina y el Caribe
del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Magister Ciencias
Políticas por la FLACSO – México y B.A. Honours en Política &
Gobierno y Filosofía, de la Universidad de Kent, Gran Bretaña..
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