La feminización de la política

 Existen actualmente en Sudamérica dos procesos que nos remiten a banderas importante del movimiento feminista y de mujeres. Nos referimos, por un lado, al proceso constituyente en Chile, y, por el otro, al proyecto de ley para el aborto gratuito y voluntario en Argentina. La constituyente chilena será la primera constituyente del mundo que tendrá una paridad de género total, y el proyecto de ley en Argentina responde al compromiso expresado por Alberto Fernandez durante su campaña presidencial de remitir al legislativo una iniciativa que recogiese las demandas del movimiento por el aborto libre, gratuito y seguro. Iniciativa que tiene media sanción de diputados y ha pasado a la Cámara de Senadores. 

La iniciativa del Presidente Alberto Fernandez es probablemente la más delicada por tratarse de un tema que desencadena una polarización de la opinión pública y oposiciones de parte de las Iglesias y los movimientos antiderechos (autodenominados “provida”). Ambos con gran influencia en la sociedad. La paridad de género como concepto no ha generado ese nivel de polarización, pero la normativa diseñada para la constituyente chilena tiene un carácter inédito, que sorprende. 


Ambos procesos calificarían como ejemplos de una “feminización” de la política latinoamericana. Por ello queremos decir lo siguiente: el surgimiento de posicionamientos políticos que recogen temas movilizados por el movimiento feminista y de mujeres. Posicionamientos que no se dan con facilidad en las coyunturas electorales y de transición. A menos que sean partidos o movimientos políticos con un posicionamiento institucional claro a favor de la narrativa feminista, las opciones que hacen los partidos y movimientos más de tipo electoralista, atrapa-todo o de centro, centro-izquierda suelen estar teñidas de cálculos costo-beneficio, dependiendo de la dirección que va teniendo el sentimiento público respecto a estos temas. 


La capacidad de afectar esos cálculos y opciones siempre ha sido uno de los desafíos de la pragmática política feminista,¿hasta dónde se puede llegar? . Inclusive el Presidente Fernandez que nos parece tiene un compromiso genuino con la iniciativa arriba mencionada, tuvo que ser empujado por el movimiento social. El peronismo, siendo un movimiento político muy plural y variado no puede ser considerado un actor político que con seguridad se aliaría al feminismo, pero hay actualmente un cierto desplazamiento. 


La iniciativa chilena, creemos, refleja también la fuerza del movimiento feminista y de mujeres. Su protagonismo  en las manifestaciones y protestas sociales tuvo particular destaque. La política chilena, acosada por un fenómeno que ponía en cuestionamiento su propia función representativa, se desplazó hacia este blindaje de la paridad a raíz de la presión del movimiento social. 


La pregunta que nos hacemos es si estos procesos en los dos países sudamericanos son un heraldo de lo que podría darse en el nuevo ciclo electoral que se avecina, con elecciones en Ecuador, Perú y Chile en 2021 y luego una seguidilla de otras elecciones en 2022.Existen países en los que es claramente improbable que un feminización de la política, en la acepción que le estamos dando, surgirá con fuerza. El Paraguay, quizás uno de los países más conservadores de la región, seguramente no establecerá esos puentes con el movimiento de mujeres. Las elecciones peruanas serán una nueva caja de pandora, pero se puede esperar la entrada en escena de nuevos actores jóvenes que lleven esa bandera. Si las últimas elecciones municipales en Brasil son un indicador, es probable que el tono misógino y neofascista de Bolsonaro decaiga y se mantenga un centrismo sin grandes innovaciones en el plano de las políticas de género. 


No obstante, es importante notar que la paleta de opciones que trae aparejada la feminización de la política es bastante amplia. En el ciclo electoral del 2017 al 2019 se experimentó un giro a la derecha en la región, pero aún así varios temas importantes estaban bien asentados y representaban consensos a lo largo del arco político.  El concepto genérico de igualdad de género y la necesidad de poner fin a la violencia contra las mujeres eran factores que prácticamente nadie disputaba. La igualdad salarial, de oportunidades, de otorgar a la mujer una mayor participación en la toma de decisiones en todos lo niveles, la corresponsabilidad con el varón en el trabajo doméstico y cuidado de la familia, fueron parámetros relativamente estables. 


Un resquebrajamiento de los consensos se dió en torno a cuestiones relacionadas con los derechos sexuales y reproductivos, la interrupción voluntaria del embarazo, el empoderamiento social y colectivo del movimiento feminista. La famosa “performance” de LasTesis sobre el “violador en tu camino” y el dedo acusador que apuntaba al Estado y los factores sistémicos, eran manifestaciones de autonomía y asertividad que herían al tono concesivo y patriarcal que los liderazgos asumen con respecto a ciertas demandas de las mujeres.


Las desigualdades más de tipo estructural también causaban oposiciones importantes. Por ejemplo, todo el debate sobre los cuidados y el trabajo doméstico. El llamado a la corresponsabilidad de los géneros en el trabajo doméstico como un asunto privado, resuelto en el seno del hogar era una cosa, pero otra era la valoración del trabajo doméstico no remunerado y su inclusión en las cuentas nacionales. La cultura y los valores era otro factor, de qué manera el feminismo afecta la masculinidad y las visiones que se tienen sobre eso; aspectos más profundos que chocaban con las culturas patriarcales tradicionales, o las prácticas de los grupos del crimen organizado que de alguna manera organizan la masculinidad violenta para ejercer su dominio en ciertos territorios. 


Una de las cosas que tendremos que observar durante el próximo ciclo electoral es si los posicionamientos políticos se desplazan hacia la derecha o izquierda de esa paleta de opciones que trae consigo la feminización de la política.  Evidentemente, que ese proceso dependerá mucho del vigor del movimiento social y de su capacidad de articulación con una serie de otras demandas y posiciones que reivindican la igualdad y la inclusión. El motor del movimiento se verá impulsado de manera importante si la Cámara de Senadores aprueba la iniciativa del gobierno de Alberto Fernandez  y si el desempeño del proceso constituyente chileno demuestra que la paridad de género agrega valor. 




 





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